Las Fiestas de San Isidro son un alarde de tradiciones y una muestra de parte de las costumbres de nuestra tierra.
Las raíces están presentes en un pueblo industrial, pero desde siglos proveniente del campo. En las casas de labranza a fuego lento se cocinaba en la lumbre en cazuelas de barro, con aceite de nuestras almazaras. Las familias se mantenían del cultivo de sus viñas, cereales y olivos; daban buena cuenta de gallinas y conejos, y con alguna cabra se surtían de leche y elaboraban queso.
Una estampa de aquello se recoge durante un par de semanas con actividades, festivales de folklore, mercadillo, conciertos, pasacalles, ofrendas y el colofón de la Cabalgata de San Isidro.
La Federación de Peñas hace un perfecto maridaje entre el campo y el pueblo, reconociendo de dónde venimos, conectando lo rural y urbano, la industria y la agricultura.
El traje regional y de faena con esa sintonía y gran ambiente entre las peñas conviven durante toda la semana en el recinto de los ventorrillos, donde comparten sus locales.
En el desfile de carrozas, las reinas y damas. Las mujeres ataviadas de labradora y los hombres de baturro, blusas, camisas, chalecos y alpargatas entre la serpentina y el confeti, recorren el corazón del pueblo casi de punta a punta, degustando habas, “tramuzos” y cacahuetes, con un consumo responsable de buen vino de la tierra.
Con cariñosa armonía volverán las noches de trabajo en las cocheras para preparar las carrozas de manera única y artesana. Los mimbres y abalorios del desfile pasan a la reserva, quedando para el próximo año las ideas y los moldes del fantástico mosaico de cartones y papelillos que llevarán los remolques. El pregón se archiva a buen recaudo y el pregonero queda relegado con cita previa para el próximo.
En este 2020, al igual que muchas a poblaciones, la pandemia nos priva de fiestas, ferias y otras celebraciones. Con la sabiduría de los hombres del campo origen de lo castizo, que cultivan la tierra con cariño y respeto; las fiestas más populares y participativas en este cruce de caminos se convierten en San Isidro en el balcón. Engalanados en una mezcla de mantones, colgaduras de la Virgen y banderas. Aquí donde hoy hay nostalgia con un simple pañuelo volverá la primavera.