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🍁 sábado 23 noviembre 2024
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Las apariencias engañan

Nunca me fío de la apariencia de un hombre corriente; cada persona alberga deseos que nadie conoce y a veces, gentes de aspecto sencillo y cara de inocente, ocultan historias truculentas.

Decía mi abuelo Teodoro que los individuos con apariencia bondadosa esconden los puñales detrás de las sonrisas.

Ese individuo insignificante con el que nos cruzamos a diario, puede que viviera en el pasado un episodio traumático que le llevó a esconderse detrás de un porte humilde por miedo a que el destino vuelva a ensañarse con él y también, puede que arrastre un ansia de venganza incontenible a punto de estallar. Así es que cuidado con la gente discreta.

Hay muchas personas que nunca llaman la atención, que nunca hacen ninguna extravagancia en público, pero viven aventuras que usted y yo, que creemos conocer a los vecinos, nunca imaginaríamos, pues vivimos engañados por el aspectos físico, por la forma de vestir o por el oficio que ejercen. La ocupación laboral de una persona no siempre tiene que ver con su carácter; he conocido a notarios de tendencias anarquistas y a tipógrafos muy conservadores.

 El oficio no siempre marca nuestra posición en el mundo.

Habría que cuidarse de opinar a la ligera, porque puede que te equivoques con ese hombrecillo de sombrero y abrigo negro que va puntualmente a la oficina cada día sin despertar sospechas, puede que la noche pasada haya ajusticiado a dos delincuentes o lleve años extorsionando a unos ricachones presumidos; es posible que guarde una fortuna en una cuenta secreta, esperando su jubilación para hacer una viaje definitivo a alguna isla paradisíaca.

Cuidado con juzgar a la inocente señora que viene cargada de bolsas del mercado, que a lo mejor está preparando un guiso con los huesos de su suegro.

¡Que inocencia tenemos los que creemos que todo el mundo es bueno, o que todo el mundo es igual de aburrido que nosotros!

La gente guarda en su alcoba aficiones inconfesables y puede vivir cien años ocultando su auténtica identidad.

Usted bienintencionado lector y yo, que presumimos de tener una vida ordenada y nos mostramos tal cual somos a los ojos ajenos, siempre pensamos que el mundo es según lo entendemos nosotros, sencillo y claro.

He tratado con señoras tímidas e indefensas con caras de niña dócil, que se convierten en fines de semana y algunos jueves, en amantes de látigos y puños de pinchos para golpear traseros con la furia de una hiena.

Conozco a personas de misa diaria perder la cabeza por jovenzuelas malotas, que manejan juguetes eróticos con la misma habilidad con la que manosean el rosario.

Desde que los programas del corazón y cotilleos aparecieron en la televisión y ocuparon toda su atención en Belén Esteban, en la Pantoja y su hijo, y últimamente en La Rociíto, mucha gente ha descuidado la vigilancia de los vecinos y eso está facilitando la labor de perversos  y viciosos que campan a sus anchas en los pueblos sin llamar la atención. Entre “La isla de las tentaciones” y “Gran Hermano”, a la gente les ofrecen carnaza en abundancia y ha quedado desatendida la acechanza vecinal y eso no puede presagiar nada bueno.

Muchas cotillas han cambiado la ventana o la ranura de la persiana por la pantalla. Y mucha gente joven ha cambiado en los pueblos lo de vigilar a la vecina por si la cosa promete, por mantener la nariz pegada a páginas de contactos revisando el culo de alguien que vive a miles de kilómetros y en otro continente.

Nunca se vio en la vida a tanta gente haciendo el ridículo y ganando admiración por ello.

No se me despisten señoras y señores, que en este pueblo hay mucho vicio, o eso dicen.

—Existe en nuestro pueblo —dice Pedrito— una agencia de gestión para personas que quieran vivir aventuras extremas.

A mí me cuesta creerlo, pero tenemos un conocido que dice que hay una empresa que cuenta con un catálogo de juegos y personal especializado para ayudarte a materializar tus fantasías y no solo eróticas: Puedes ejercer de capitán general y dirigir un ejército en cualquier país del mundo; ser un monje budista una semana en el Tibet; o si te gusta el desierto, puedes ejercer de pastor nómada sahariano. 

Y muchos clientes son gentes sencillas con apariencia de no haber transgredido ley alguna en su vida. Esta agencia les prepara un viaje con identidad a elegir y después de la aventura, te devuelven a tu vida cotidiana sin un rasguño.

El otro día llamaron a mi puerta unos empleados de esta empresa ofreciéndome delicias que no me interesan. Me brindaban la posibilidad de ejercer de dandy por unos días y pasear por Copacabana abrazado a dos brasileñas de caderas ondulantes; los mandé a la mierda.

Pedrito es el informador particular de nuestra pandilla y dice que no conocemos la auténtica Yecla canalla; todos se ríen y nadie lo cree. Aun así, yo empiezo a dudar, sobre todo después de la visita de los comerciales de “Vive Otra Vida Mejor” que así se llama la empresa.

Y me quedo pensando a veces en que pasaría si  llegara a conocerse nuestra intimidad, esos inconfesables deseos que ocultamos con tanto celo.

—Pero usted y yo somos como somos y como aparentamos —me dice Salvador— y no queremos tener a nuestro lado a ninguna bailarina de Samba, no nos gustan las caipiriñas ni el ron, y preferimos la playa de poniente en Benidorm o pasear nuestra artrosis por la explanada de Alicante y tomar un granizado de limón con nuestras preciosas mujeres luciendo escotes y abanicos.

—Claro que sí, amigo, y que se jodan los que no estén satisfechos con sus vidas.


Blog de Teo Carpena

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es

Nunca me fío de la apariencia de un hombre corriente; cada persona alberga deseos que nadie conoce y a veces, gentes de aspecto sencillo y cara de inocente, ocultan historias truculentas.

Decía mi abuelo Teodoro que los individuos con apariencia bondadosa esconden los puñales detrás de las sonrisas.

Ese individuo insignificante con el que nos cruzamos a diario, puede que viviera en el pasado un episodio traumático que le llevó a esconderse detrás de un porte humilde por miedo a que el destino vuelva a ensañarse con él y también, puede que arrastre un ansia de venganza incontenible a punto de estallar. Así es que cuidado con la gente discreta.

Hay muchas personas que nunca llaman la atención, que nunca hacen ninguna extravagancia en público, pero viven aventuras que usted y yo, que creemos conocer a los vecinos, nunca imaginaríamos, pues vivimos engañados por el aspectos físico, por la forma de vestir o por el oficio que ejercen. La ocupación laboral de una persona no siempre tiene que ver con su carácter; he conocido a notarios de tendencias anarquistas y a tipógrafos muy conservadores.

 El oficio no siempre marca nuestra posición en el mundo.

Habría que cuidarse de opinar a la ligera, porque puede que te equivoques con ese hombrecillo de sombrero y abrigo negro que va puntualmente a la oficina cada día sin despertar sospechas, puede que la noche pasada haya ajusticiado a dos delincuentes o lleve años extorsionando a unos ricachones presumidos; es posible que guarde una fortuna en una cuenta secreta, esperando su jubilación para hacer una viaje definitivo a alguna isla paradisíaca.

Cuidado con juzgar a la inocente señora que viene cargada de bolsas del mercado, que a lo mejor está preparando un guiso con los huesos de su suegro.

¡Que inocencia tenemos los que creemos que todo el mundo es bueno, o que todo el mundo es igual de aburrido que nosotros!

La gente guarda en su alcoba aficiones inconfesables y puede vivir cien años ocultando su auténtica identidad.

Usted bienintencionado lector y yo, que presumimos de tener una vida ordenada y nos mostramos tal cual somos a los ojos ajenos, siempre pensamos que el mundo es según lo entendemos nosotros, sencillo y claro.

He tratado con señoras tímidas e indefensas con caras de niña dócil, que se convierten en fines de semana y algunos jueves, en amantes de látigos y puños de pinchos para golpear traseros con la furia de una hiena.

Conozco a personas de misa diaria perder la cabeza por jovenzuelas malotas, que manejan juguetes eróticos con la misma habilidad con la que manosean el rosario.

Desde que los programas del corazón y cotilleos aparecieron en la televisión y ocuparon toda su atención en Belén Esteban, en la Pantoja y su hijo, y últimamente en La Rociíto, mucha gente ha descuidado la vigilancia de los vecinos y eso está facilitando la labor de perversos  y viciosos que campan a sus anchas en los pueblos sin llamar la atención. Entre “La isla de las tentaciones” y “Gran Hermano”, a la gente les ofrecen carnaza en abundancia y ha quedado desatendida la acechanza vecinal y eso no puede presagiar nada bueno.

Muchas cotillas han cambiado la ventana o la ranura de la persiana por la pantalla. Y mucha gente joven ha cambiado en los pueblos lo de vigilar a la vecina por si la cosa promete, por mantener la nariz pegada a páginas de contactos revisando el culo de alguien que vive a miles de kilómetros y en otro continente.

Nunca se vio en la vida a tanta gente haciendo el ridículo y ganando admiración por ello.

No se me despisten señoras y señores, que en este pueblo hay mucho vicio, o eso dicen.

—Existe en nuestro pueblo —dice Pedrito— una agencia de gestión para personas que quieran vivir aventuras extremas.

A mí me cuesta creerlo, pero tenemos un conocido que dice que hay una empresa que cuenta con un catálogo de juegos y personal especializado para ayudarte a materializar tus fantasías y no solo eróticas: Puedes ejercer de capitán general y dirigir un ejército en cualquier país del mundo; ser un monje budista una semana en el Tibet; o si te gusta el desierto, puedes ejercer de pastor nómada sahariano. 

Y muchos clientes son gentes sencillas con apariencia de no haber transgredido ley alguna en su vida. Esta agencia les prepara un viaje con identidad a elegir y después de la aventura, te devuelven a tu vida cotidiana sin un rasguño.

El otro día llamaron a mi puerta unos empleados de esta empresa ofreciéndome delicias que no me interesan. Me brindaban la posibilidad de ejercer de dandy por unos días y pasear por Copacabana abrazado a dos brasileñas de caderas ondulantes; los mandé a la mierda.

Pedrito es el informador particular de nuestra pandilla y dice que no conocemos la auténtica Yecla canalla; todos se ríen y nadie lo cree. Aun así, yo empiezo a dudar, sobre todo después de la visita de los comerciales de “Vive Otra Vida Mejor” que así se llama la empresa.

Y me quedo pensando a veces en que pasaría si  llegara a conocerse nuestra intimidad, esos inconfesables deseos que ocultamos con tanto celo.

—Pero usted y yo somos como somos y como aparentamos —me dice Salvador— y no queremos tener a nuestro lado a ninguna bailarina de Samba, no nos gustan las caipiriñas ni el ron, y preferimos la playa de poniente en Benidorm o pasear nuestra artrosis por la explanada de Alicante y tomar un granizado de limón con nuestras preciosas mujeres luciendo escotes y abanicos.

—Claro que sí, amigo, y que se jodan los que no estén satisfechos con sus vidas.


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