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🍁 viernes 22 noviembre 2024
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Los almendrados de Maruja

Me cuenta Maruja Palao, que en el año 2004, con motivo del 50 Aniversario de la Coronación de la Virgen, comenzó a hacer unos almendrados y alguna torta secreta para ofrecer a los tiraores el 8 de diciembre, ya que el Día de la Purísima pasaban por la puerta de su casa en la calle Concepción; lugar donde vive desde hace 62 años.

Al tiempo, la organización, ante el volumen de actos programados, decidió trasladar el desfile procesional de la Minerva al domingo correspondiente a Día de la Subida por la mañana. Al principio con cierta “polémica” del vecindario, así se continúa haciendo, y en ese lugar ha venido colocando un pequeño altar, menos el año anterior que no hubieron fiestas.

En este encuentro con Maruja acompañado de su hijo Salva, me gusta que todo lo que cuenta sea una especie de guiño al pasado. Yo no le pregunto nada, y ahora que los 88 años la comprimen y las arrugas del alma hacen mella, es un encanto escuchar la sencillez de sus palabras.

Se siente muy orgullosa de esta tradición que se le atribuye de los almendrados. Tiene preparada una buena recopilación de fotografías, algunas bastante antiguas y otras más recientes, el resto las tendrá por algún cajón, ha estado buscando, pero no las encuentra. En muchas fotos aparecen tiraores, mayordomos, pajes y clavarios; la soldadesca en definitiva, y otras personas que a lo largo de los años se asomaron por allí.

Es imposible ocultar nada. En una estancia de la casa situada en la planta baja, proporciona una información precisa del tema que nos ocupa. En la mesa de camilla junto al brasero, hay una pieza de tela acabada, otra que tiene entre manos y una madeja de hilo, y ante mi única interpelación, le digo “Maruja, veo que le gusta hacer ganchillo”, y dice, pues sí, me gusta mucho y me entretiene. Aparcamos la receta de los almendrados para acercamos al aparador, donde hay varios cajones repletos de costura cuidadosamente plegadas hechas por ella.

Además me cuenta que de jovencica hizo un pequeño curso de confección, y en aquellos tiempos aprendió a hacer ojales, a remendar y a volver los cuellos de las camisas porque eran épocas de estrecheces. Ganaba 18 pesetas y poco a poco aprendió a confeccionar americanas para los hombres, a falta de ponerle las mangas que lo hacía un sastre, con lo cual se confirma que es modista y sastra. También trabajó en el pulimento durante 9 años a destajo; una faena muy dura, casi tanto como ir con tacones por la calle San Pedro que estaba sin asfaltar; se hizo novia a los 13 años con la misma persona que se casó, dejándola viuda hace 24 años. Conozco a sus cinco hijos, los Cantó; con alguno de ellos me precio de su amistad.

Entiendo la emoción de su rostro y esa ternura especial que una madre siente por sus hijos que no soy capaz de explicar. Emotiva y sincera veo que no se repliega. Cuanto más grande es el respeto, más grande es lo que ves en la persona que observas, con la belleza interior de alguien que la edad parece que la guarda en un recipiente de cristal.

Dentro de su fragilidad para moverse y que cada vez le cuesta más trabajo lo que hace; conserva una mente muy lucida. Le gusta la lectura, lee mucho y por eso estos días le han regalado un libro.

Los mayores tienen una temática interna y por tanto muchas cosas que contar y antes de que nos falten siempre es bueno escucharles; recordando a los míos, me invade la nostalgia.

Los almendrados son una manera de prolongar su idilio con las fiestas mientras la salud lo permita, una costumbre en la calle que lleva el nombre de nuestra patrona.

Al calor de un hogar en la calle Concepción, he podido comprobar lo que se acrecienta en nuestros mayores y que la foto puede ser un espejo donde mirarnos.

Comenzamos hablando de los almendrados, y de la mistela, que no lo he dicho. Deshojando recuerdos mediante su trato afable, Maruja en algún instante emocionada, se adentraba contando cosas que darían para varios artículos. Sé como diría aquél, que se puede ser más mayor, y ahora que se acercan las navidades me cuenta que antes en la vendimia, se guardaban unos pocos racimos que después se convertían en pasas y eran una delicia para finalizar el año.

José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.

Me cuenta Maruja Palao, que en el año 2004, con motivo del 50 Aniversario de la Coronación de la Virgen, comenzó a hacer unos almendrados y alguna torta secreta para ofrecer a los tiraores el 8 de diciembre, ya que el Día de la Purísima pasaban por la puerta de su casa en la calle Concepción; lugar donde vive desde hace 62 años.

Al tiempo, la organización, ante el volumen de actos programados, decidió trasladar el desfile procesional de la Minerva al domingo correspondiente a Día de la Subida por la mañana. Al principio con cierta “polémica” del vecindario, así se continúa haciendo, y en ese lugar ha venido colocando un pequeño altar, menos el año anterior que no hubieron fiestas.

En este encuentro con Maruja acompañado de su hijo Salva, me gusta que todo lo que cuenta sea una especie de guiño al pasado. Yo no le pregunto nada, y ahora que los 88 años la comprimen y las arrugas del alma hacen mella, es un encanto escuchar la sencillez de sus palabras.

Se siente muy orgullosa de esta tradición que se le atribuye de los almendrados. Tiene preparada una buena recopilación de fotografías, algunas bastante antiguas y otras más recientes, el resto las tendrá por algún cajón, ha estado buscando, pero no las encuentra. En muchas fotos aparecen tiraores, mayordomos, pajes y clavarios; la soldadesca en definitiva, y otras personas que a lo largo de los años se asomaron por allí.

Es imposible ocultar nada. En una estancia de la casa situada en la planta baja, proporciona una información precisa del tema que nos ocupa. En la mesa de camilla junto al brasero, hay una pieza de tela acabada, otra que tiene entre manos y una madeja de hilo, y ante mi única interpelación, le digo “Maruja, veo que le gusta hacer ganchillo”, y dice, pues sí, me gusta mucho y me entretiene. Aparcamos la receta de los almendrados para acercamos al aparador, donde hay varios cajones repletos de costura cuidadosamente plegadas hechas por ella.

Además me cuenta que de jovencica hizo un pequeño curso de confección, y en aquellos tiempos aprendió a hacer ojales, a remendar y a volver los cuellos de las camisas porque eran épocas de estrecheces. Ganaba 18 pesetas y poco a poco aprendió a confeccionar americanas para los hombres, a falta de ponerle las mangas que lo hacía un sastre, con lo cual se confirma que es modista y sastra. También trabajó en el pulimento durante 9 años a destajo; una faena muy dura, casi tanto como ir con tacones por la calle San Pedro que estaba sin asfaltar; se hizo novia a los 13 años con la misma persona que se casó, dejándola viuda hace 24 años. Conozco a sus cinco hijos, los Cantó; con alguno de ellos me precio de su amistad.

Entiendo la emoción de su rostro y esa ternura especial que una madre siente por sus hijos que no soy capaz de explicar. Emotiva y sincera veo que no se repliega. Cuanto más grande es el respeto, más grande es lo que ves en la persona que observas, con la belleza interior de alguien que la edad parece que la guarda en un recipiente de cristal.

Dentro de su fragilidad para moverse y que cada vez le cuesta más trabajo lo que hace; conserva una mente muy lucida. Le gusta la lectura, lee mucho y por eso estos días le han regalado un libro.

Los mayores tienen una temática interna y por tanto muchas cosas que contar y antes de que nos falten siempre es bueno escucharles; recordando a los míos, me invade la nostalgia.

Los almendrados son una manera de prolongar su idilio con las fiestas mientras la salud lo permita, una costumbre en la calle que lleva el nombre de nuestra patrona.

Al calor de un hogar en la calle Concepción, he podido comprobar lo que se acrecienta en nuestros mayores y que la foto puede ser un espejo donde mirarnos.

Comenzamos hablando de los almendrados, y de la mistela, que no lo he dicho. Deshojando recuerdos mediante su trato afable, Maruja en algún instante emocionada, se adentraba contando cosas que darían para varios artículos. Sé como diría aquél, que se puede ser más mayor, y ahora que se acercan las navidades me cuenta que antes en la vendimia, se guardaban unos pocos racimos que después se convertían en pasas y eran una delicia para finalizar el año.

José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.
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José Antonio Ortega
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"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.
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