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🍁 jueves 12 diciembre 2024
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Las comidas de antiguamente

Desde principios a mediados de siglo, la alimentación, por la escasez de medios y la falta de recursos existentes en la época, estaba basada principalmente en los productos que ofrecía la naturaleza y el campo de nuestros límites como las patatas, garbanzos, tomates…

Las comidas eran tan rudimentarias como económicas, por ejemplo, los obreros agrícolas que eran los más abundantes, solían comer en “república”; así denominaban a un sistema que consistía en comer todos de un fondo y a final de semana el que hacía de ranchero rendía cuenta de los gastos y éstos se repartían a partes iguales, saliendo como mucho a 1´50 pesetas por día.

Lo más corriente en estas comidas en “república” era el arroz en sus distintas variedades: con patatas, con hierbas, caldoso, con caracoles, y las patatas acompañadas de las hierbas del campo que cogían en los propios tajos de trabajo, como las collejas y orugas que hervidas o fritas nunca faltaban en la mesa. Durante todo el año el almuerzo lo presidian las gachasmigas, con único acompañamiento de unos ajos, pero si el patrono era espléndido podía dar un trozo de tocino para acompañarlas. También eran usuales en estos almuerzos las patatas y las migas con el vino y un buen puñado de olivas de postre.

Tanto en las clases humildes como medias, las comidas más generalizadas eran las patatas con caldo, el arroz caldoso, los fideos con caracoles, las farinetas y menos corriente el trigo entero.

En los días más señalados, por ejemplo Semana Santa, se comía arroz al horno en perol de barro con garbanzos o con costra, cuando a éste se le añadían unos huevos batidos, como complemento se hacían unas torrijas de pan frito rebozado con huevo y azúcar. En las fiestas patronales se comían los tradicionales gazpachos o relleno, sus ingredientes no se alteraban a no ser en la cantidad. Las comidas de los niños tenían poca variedad, ya que se reducían a lo que había en casa. El almuerzo consistía en una rebanada de pan empapado de vino y de azúcar o aceite, y un tomate restregado.

Los jóvenes, si trabajaban en el campo, pasaban por una primera etapa de pastores. Al salir por las mañanas se les preparaba un saco con la comida del día que consistía en patatas fritas con longaniza y tocino, o un moje de pimientos y tomates acompañado de alguna sardina, y de postre lo que daba el tiempo.

En las casas donde tenían la suerte de matar un cerdo, la alimentación variaba pues se arreglaban con el embutido fabricado en la casa y conservado en una orza con manteca.


Libro: Relatos del ayer.

Hogar de la Tercera Edad/Universidad Popular de Yecla/INSERSO.

MU-34/1988.

Tema: “Costumbres perdidas”.

Página 79.

Relato recogido por José Antonio Ortega

José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.

Desde principios a mediados de siglo, la alimentación, por la escasez de medios y la falta de recursos existentes en la época, estaba basada principalmente en los productos que ofrecía la naturaleza y el campo de nuestros límites como las patatas, garbanzos, tomates…

Las comidas eran tan rudimentarias como económicas, por ejemplo, los obreros agrícolas que eran los más abundantes, solían comer en “república”; así denominaban a un sistema que consistía en comer todos de un fondo y a final de semana el que hacía de ranchero rendía cuenta de los gastos y éstos se repartían a partes iguales, saliendo como mucho a 1´50 pesetas por día.

Lo más corriente en estas comidas en “república” era el arroz en sus distintas variedades: con patatas, con hierbas, caldoso, con caracoles, y las patatas acompañadas de las hierbas del campo que cogían en los propios tajos de trabajo, como las collejas y orugas que hervidas o fritas nunca faltaban en la mesa. Durante todo el año el almuerzo lo presidian las gachasmigas, con único acompañamiento de unos ajos, pero si el patrono era espléndido podía dar un trozo de tocino para acompañarlas. También eran usuales en estos almuerzos las patatas y las migas con el vino y un buen puñado de olivas de postre.

Tanto en las clases humildes como medias, las comidas más generalizadas eran las patatas con caldo, el arroz caldoso, los fideos con caracoles, las farinetas y menos corriente el trigo entero.

En los días más señalados, por ejemplo Semana Santa, se comía arroz al horno en perol de barro con garbanzos o con costra, cuando a éste se le añadían unos huevos batidos, como complemento se hacían unas torrijas de pan frito rebozado con huevo y azúcar. En las fiestas patronales se comían los tradicionales gazpachos o relleno, sus ingredientes no se alteraban a no ser en la cantidad. Las comidas de los niños tenían poca variedad, ya que se reducían a lo que había en casa. El almuerzo consistía en una rebanada de pan empapado de vino y de azúcar o aceite, y un tomate restregado.

Los jóvenes, si trabajaban en el campo, pasaban por una primera etapa de pastores. Al salir por las mañanas se les preparaba un saco con la comida del día que consistía en patatas fritas con longaniza y tocino, o un moje de pimientos y tomates acompañado de alguna sardina, y de postre lo que daba el tiempo.

En las casas donde tenían la suerte de matar un cerdo, la alimentación variaba pues se arreglaban con el embutido fabricado en la casa y conservado en una orza con manteca.


Libro: Relatos del ayer.

Hogar de la Tercera Edad/Universidad Popular de Yecla/INSERSO.

MU-34/1988.

Tema: “Costumbres perdidas”.

Página 79.

Relato recogido por José Antonio Ortega

José Antonio Ortega
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"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.
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1 COMENTARIO

  1. No conocía eso de «comer en república». Comer todos de un fondo. En la argentina del «corralito» la gente de los barrios se reunían para cada familia aportar lo que tuviera para hacer un racho comunitario, al menos poder comer. Con Milei, llevan camino de repetir esto.
    Dice Jose que en las «clases» humildes como en las clase medias… (está muy bien señalar lo de las clases sociales, hoy algo «prohibido»)
    Las farinetas nunca me gustaron, en cambio había, creo, una comida que se llamaba «gachas-dulces», como era goloso esa si me gustaba.
    En la dictadura, mediado del siglo pasado, el jamón alcanzó tal prestigio que llegó a simbolizar el bienestar y el éxito. Para las clases pobres, el sueño inalcanzable.
    El prestigio del jamón fue tal que llegó a considerarse como medicina. Algunos médicos llegaban a recetar «caldito de jamón» cuando al enfermo lo veían mal.
    De ahí el dicho que cuando un pobre comía jamón o el jamón estaba malo o el que estaba malo era el pobre.
    Como los americanos nos dejaron fuera del Plan Marshall no enviaban (nos socorrían) con leche en polvo (estaba malísima) y queso. Al menos el queso estaba bueno.
    En la dictadura a la «ensaladilla rusa» le cambiaron el nombre por «ensaladilla imperial».
    Hoy ha vuelto a sus orígenes (ensaladilla rusa) ya que la Rusia de Putin tiene sintonía con Trump, que le entregará Ucrania en cuanto pueda. EEUU se alía con la Rusia de Putin para frenar el avance de China la gran preocupación de los yankees. Demócratas y Republicanos. Lo único que les une.
    Mientras nos instalan multinacionales de «comida basura». Pronto todos gordos, salvo si mantenemos la dieta mediterránea.
    Termino. Muy bien José me ha gustado, «las comidas de antes». Una de mi películas preferidas es: «Plácido» de Berlanga, que se iba a titular «ponga un pobre en su mesa». Un alegato contra la hipocresía de aquella sociedad.

José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
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