El ser humano desde siempre ha sabido hacer de los obstáculos nuevos caminos.
María Ángeles es una persona de carne y hueso como las demás, a la que con 35 años se le apareció el cáncer.
Los primeros diagnósticos no eran buenos, ella recelaba mucho y con decisión firme quiso conocer una segunda opinión para seguir teniendo la oportunidad de vivir. Me dice que tiene un antes y un después desde aquel día en que se lo pintaron bastante mal. En la vida todos tenemos un grano en el culo y por lo tanto hay que sentarse de la postura que menos duela.
Doce sesiones de quimio y treinta de radioterapia forman parte de su historia clínica, y por tanto como la suma de ambos ciclos da 42, ella se marcó un reto: hacer cuarenta y dos medias maratones en 21 meses.
Me cuenta que después de cada tratamiento de quimio se daba un capricho como homenaje propio a las ganas de vivir para ejercitar su mente. El cáncer es imprevisible y a ella le llegó en un momento rosa, ser madre de una niña de poco más de dos años.
Un ejemplo de lucha y garra
María Ángeles es todo un ejemplo de lucha y garra, habla rápido con prisa para contarme cosas y se acompaña de gestos, mueve la coleta de un pelo que le ha vuelto a salir con fuerza después de haber perdido la totalidad de su cabello, que era lo único a lo que tenía miedo, mirarse al espejo y ver desaparecer su pelo, incluso más que al accidente de tráfico sufrido yendo de viaje al médico.Así es ella sin duda alguna, aquí nadie se rinde, hay que seguir corriendo en cualquier punto. Hace poco estuvo en Lisboa y la semana pasada en San Sebastián. Le están pasando cosas bonitas, de su constancia se ha venido haciendo eco la prensa deportiva, y de su ilusión que encandila, motiva a quienes pasan por esta enfermedad y niñas que están malitas como Claudia. Los estímulos de las carreras los afronta como etapas, les llama mini objetivos, a la vez que me argumenta que es más difícil alcanzar el punto de salida que llegar a la línea de meta.Tiene algunas limitaciones a nivel digestivo debido al proceso oncológico, pero ella sigue y sigue explorando la vida, percibiendo las diferencias, lo que dice de hacer lo hace y no depende de ella si no lo logra. El setenta por ciento de la recuperación del linfoma son las ganas de vivir, el resto a algún rincón próximo a las salinas de Torrevieja.
a Claudia.
Que semana llevo con gentes (personas) que aparecen en este medio, conozco, he conocido y me importa decir algo. Pepete, ahora María Angeles.
Creo que la fuerza de María Angeles es genética. Los ojos y su expresión la delatan. Su ADN es de gente que luchan, ella lo ha sacado, aún así, hay que poner en valor estas personas que pasan por malos, malísimos momentos, con sus altibajos saben sobreponerse a la adversidad. Esto dicho así parece fácil, para nada en absoluto.
Subrayo todo lo dicho por José Antonio a pesar de haberse quedado corto. ¡María Angeles vales mucho!