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🍁 viernes 22 noviembre 2024
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El llanto de Belinda

Belinda lloraba desconsolada apretando los puños con fuerza al nacer; la partera no entendía nada y la madre la abrazaba y le ofrecía el pecho: La niña miraba a los ojos de la madre, hacía una pausa y comenzaba otra vez a soltar su rabia y en ese llanto había un lamento transcendental y profundo.

Estuvo así tres días, no quería tomar el pecho y solo abría la boca para berrear; el medico sentenció: «Si no toma alimentos, en unos días morirá».

Finalmente, la niña entendió que ese era su destino, aunque no le gustara. Dejó de llorar y empezó a mamar con todas sus fuerzas. También pasó varias semanas con los ojos cerrados, se negaba a ver y a regalar una mirada a sus padres. Pero no tenía más remedio que aceptar que había nacido en una familia de piel oscura y de pocos recursos; su vida iba a estar marcada por la pobreza y ese era su drama.

De fondo se escuchaba mucho ruido. Vivían en un poblado de chabolas de tablas viejas y chapas oxidadas; el trajín de los vecinos y los gritos de los niños jugando durante el día era ensordecedor, y el tufo putrefacto de la vida miserable se pegaba a la garganta.

Algunos piensan que el destino de un hombre viene marcado antes de su nacimiento, pero a Belinda le pilló descuidada; sentía tantos mimos y tanta paz en el vientre de su madre que imaginó una familia pudiente y acomodada.

Otros más ingenuos piensan que si afrontas la vida con optimismo todo irá bien, y muchos creen que, si confías en Dios, este te aliviara en el tránsito por la vida.

Yo creo que el destino de un hombre pobre está en manos de otros hombres y esa es nuestra maldición. Sin embargo, la vida de un atrevido que no tenga miedo tiene un valor incalculable.

Dice un refrán africano «que nacer León no te asegura la caza».

Solo los valientes o los desesperados se atreven a cambiar su destino y están dispuestos a atravesar océanos o continentes en busca de futuro.

Las cosas ajenas, las que dependen de los demás, no está en nuestras manos cambiarlas, pero las que dependen de uno mismo son las que hacen al individuo indestructible, fuerte y libre.

Como tengas la mala suerte de nacer en el país equivocado y en la familia equivocada estarás condenado a sufrir pobreza o persecución.

Bienaventurados los que huyen porque de ellos será la libertad; esa bienaventuranza no la dijo ningún mesías, la digo yo que he visto a lo largo de mi vida cómo los triunfadores han sido siempre fugitivos de sí mismos.

Y bienaventurados los que fracasan en el intento porque ellos alcanzarán el cielo de los olvidados.
En definitiva, esto de la vida no es más que la representación de una comedia burda, y nacemos con el reparto organizado por unos directores maliciosos. Pero los rebeldes se niegan a aceptar el personaje asignado, por lo tanto, bienaventurados también los rebeldes porque ellos serán los dueños de su destino.

Belinda no recuerda cuándo tomó la decisión de huir, era una idea grabada en su voluntad desde siempre. La pobreza no era su mayor preocupación, sino la desidia, la cobardía y la pereza de sus congéneres. Se marchó una noche sin luna, con las manos vacías, sola y en silencio.

La fortuna o la riqueza no dependen de uno mismo, pero la dignidad y la posibilidad de alcanzar la sabiduría y el conocimiento sí; ese era el faro que iluminaba sus pasos.

Como adictos a la heroína, cada día hay más individuos enganchados a la realidad virtual y cada vez menos gente dispuesta a cambiar su destino. Quizás es que solo se atrevan a huir de la mierda de vida que les espera a través de una pantalla que promete paraísos al alcance de la mano y de un solo clic. Es posible que, en décadas cercanas, el único consuelo sea viajar o convertirse en otro a través de una virtualidad fabricada a la medida de cada individuo.

Belinda dejó de llorar siendo niña, pero nunca aceptó el destino que le venía impuesto y cada día se reafirmaba en que su personaje no podía ser el que le asignaron por nacimiento. Escapó de su casa y de su pueblo y entendió en el camino que lo más trabajoso de ejecutar es la huida de sí misma.

Belinda ahora trabaja de cajera en un supermercado y ha parido a un niño que no ha llorado al nacer…


Relatos de Teo Carpena

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es

Belinda lloraba desconsolada apretando los puños con fuerza al nacer; la partera no entendía nada y la madre la abrazaba y le ofrecía el pecho: La niña miraba a los ojos de la madre, hacía una pausa y comenzaba otra vez a soltar su rabia y en ese llanto había un lamento transcendental y profundo.

Estuvo así tres días, no quería tomar el pecho y solo abría la boca para berrear; el medico sentenció: «Si no toma alimentos, en unos días morirá».

Finalmente, la niña entendió que ese era su destino, aunque no le gustara. Dejó de llorar y empezó a mamar con todas sus fuerzas. También pasó varias semanas con los ojos cerrados, se negaba a ver y a regalar una mirada a sus padres. Pero no tenía más remedio que aceptar que había nacido en una familia de piel oscura y de pocos recursos; su vida iba a estar marcada por la pobreza y ese era su drama.

De fondo se escuchaba mucho ruido. Vivían en un poblado de chabolas de tablas viejas y chapas oxidadas; el trajín de los vecinos y los gritos de los niños jugando durante el día era ensordecedor, y el tufo putrefacto de la vida miserable se pegaba a la garganta.

Algunos piensan que el destino de un hombre viene marcado antes de su nacimiento, pero a Belinda le pilló descuidada; sentía tantos mimos y tanta paz en el vientre de su madre que imaginó una familia pudiente y acomodada.

Otros más ingenuos piensan que si afrontas la vida con optimismo todo irá bien, y muchos creen que, si confías en Dios, este te aliviara en el tránsito por la vida.

Yo creo que el destino de un hombre pobre está en manos de otros hombres y esa es nuestra maldición. Sin embargo, la vida de un atrevido que no tenga miedo tiene un valor incalculable.

Dice un refrán africano «que nacer León no te asegura la caza».

Solo los valientes o los desesperados se atreven a cambiar su destino y están dispuestos a atravesar océanos o continentes en busca de futuro.

Las cosas ajenas, las que dependen de los demás, no está en nuestras manos cambiarlas, pero las que dependen de uno mismo son las que hacen al individuo indestructible, fuerte y libre.

Como tengas la mala suerte de nacer en el país equivocado y en la familia equivocada estarás condenado a sufrir pobreza o persecución.

Bienaventurados los que huyen porque de ellos será la libertad; esa bienaventuranza no la dijo ningún mesías, la digo yo que he visto a lo largo de mi vida cómo los triunfadores han sido siempre fugitivos de sí mismos.

Y bienaventurados los que fracasan en el intento porque ellos alcanzarán el cielo de los olvidados.
En definitiva, esto de la vida no es más que la representación de una comedia burda, y nacemos con el reparto organizado por unos directores maliciosos. Pero los rebeldes se niegan a aceptar el personaje asignado, por lo tanto, bienaventurados también los rebeldes porque ellos serán los dueños de su destino.

Belinda no recuerda cuándo tomó la decisión de huir, era una idea grabada en su voluntad desde siempre. La pobreza no era su mayor preocupación, sino la desidia, la cobardía y la pereza de sus congéneres. Se marchó una noche sin luna, con las manos vacías, sola y en silencio.

La fortuna o la riqueza no dependen de uno mismo, pero la dignidad y la posibilidad de alcanzar la sabiduría y el conocimiento sí; ese era el faro que iluminaba sus pasos.

Como adictos a la heroína, cada día hay más individuos enganchados a la realidad virtual y cada vez menos gente dispuesta a cambiar su destino. Quizás es que solo se atrevan a huir de la mierda de vida que les espera a través de una pantalla que promete paraísos al alcance de la mano y de un solo clic. Es posible que, en décadas cercanas, el único consuelo sea viajar o convertirse en otro a través de una virtualidad fabricada a la medida de cada individuo.

Belinda dejó de llorar siendo niña, pero nunca aceptó el destino que le venía impuesto y cada día se reafirmaba en que su personaje no podía ser el que le asignaron por nacimiento. Escapó de su casa y de su pueblo y entendió en el camino que lo más trabajoso de ejecutar es la huida de sí misma.

Belinda ahora trabaja de cajera en un supermercado y ha parido a un niño que no ha llorado al nacer…


Relatos de Teo Carpena

Teo Carpena
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Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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Teo Carpena
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Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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