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🌼 lunes 29 abril 2024
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Psicología en tiempos de la Covid-19

Desde hace meses el tema recurrente de conversación es la COVID-19.  Todos los días los informativos nos hablan de cifras de contagios, de cuarentenas, de hospitalizados,  de muertes, de medidas preventivas, de los PCR… ¿Cómo está afectando toda esta realidad y toda esta información a nivel psicológico? La respuesta a esta pregunta da para realizar una tesis con sus correspondientes estudios e investigaciones estadísticas. Como mi intención no es hacer una tesis, voy a responder a esa pregunta desde mi modesta opinión como psicólogo, así que quiero dejar claro que esto es tan solo un artículo de opinión, basado en mi experiencia como Psicólogo Especialista en Psicología Clínica.

Independientemente de la edad, del sexo y de las condiciones sanitarias personales podemos clasificar tres  perfiles de personalidad: 

1-Los negacionistas o despreocupados

2-Los precavidos 

3-Los preocupados 

Aproximadamente, los grupos 1 y 3 representarían cada uno el 15%, y el grupo 2 representaría el 70%. Veamos las características de cada grupo.

Negacionistas o despreocupados

Este 15% está representado por las personas que o bien están convencidos que el virus no existe y todo es un montaje de los gobiernos o de las farmaceuticas para luego vendernos una vacuna y tenernos controlados…; o bien sí creen en el virus pero piensan que son autoinmunes y por tanto a ellos nadie los va a contagiar.

Este grupo no ha nacido con el virus. Ya existía antes y está compuesto por las personas que asumen riesgos al estar convencidos que a ellos no les tocará nunca. Nunca tendrán un accidente de tráfico, nunca tendrán colesterol y aunque lo tengan nunca les dará un infarto. Se creen invulnerables y obviamente son los más peligrosos. Cuando se fuman dos cajetillas diarias no creen  que puedan tener un cáncer, porque eso le pasa a otros, cuando conducen a 150 km/h no piensan que puedan tener un accidente porque eso le pasa a otros, cuando están obesos y siguen comiendo grasas no piensan que pueden tener un infarto. Y por supuesto, tampoco piensan en el dolor que causarían en sus seres queridos.

Esta falta de preocupación por sí mismos y de empatía por los suyos hace que adopten conductas de riesgo, porque para ellos no es riesgo, “ellos lo tienen todo controlado”. Bien, con respecto al COVID-19 les ocurre lo mismo. Al estar convencidos de que el virus no existe o de que ellos no lo van a tener por su mágica invulnerabilidad, también adoptan conductas de riesgo: son las personas que a estas alturas de la pandemia, todavía intentan echarte la mano, darte un abrazo o hablarte a 50 cm sin mascarilla.  Y de la misma forma que se enfadan cuando sus seres queridos le dicen no fumes, no corras o no comas tanto, también se enfadan cuando le decimos no te echo la mano, no me beses, no me abraces, no te acerques tanto.

Va a resultar muy dificil convencerlos de algo, intentar que razonen o que sigan las normas, así que como estoy casi seguro que el lector de estas líneas está pensando en alguien en concreto de este grupo de negacionistas o despreocupados, lo mejor es aceptar que son así, no discutir con ellos pero sí mantenerme en mi postura precavida y asertiva y no ceder ante sus chantajes emocionales.

Los precavidos

En este grupo nos incluimos la mayoría, aproximadamente el 70%. Intentamos entender y aceptar la realidad tal cual es, o al menos, tal cual nos la cuentan. Intentamos seguir las normas preventivas aunque a veces no las entendamos o las veamos contradictorias, pero son las normas. Y básicamente son las tres que todos conocemos: Mascarilla, distancia de seguridad y gel de manos, además de todas las que van variando: Antes grupos de hasta diez, ahora grupos de hasta seis. Antes quince dias de cuarentena, ahora diez. No es resignación, es aceptación. Es como cuando voy conduciendo en una gran recta, con mucha visibilidad y no se puede adelantar. Puede que no lo entienda pero si está prohibido adelantar, pues no adelanto. 

Estoy convencido que la gran mayoría de las personas pertenecemos a este grupo de precavidos y aunque resulte dificil y a veces incomprensible intentamos seguir las normas. Y no es fácil ver a tus seres queridos y no poder darles un abrazo o dos besos. Pero ahora mismo es lo correcto, es lo que nos hace ser precavidos y por tanto no eliminar, pero sí disminuir la probabilidad de propagar el contagio. Ya lo estamos haciendo, pero hay que seguir desarrollando la capacidad de precaución, de resiliencia y de asertividad. 

Precaución: Capacidad de atención y respeto a las normas para prevenir un peligro. Llevar mascarilla “bien puesta”, mantener la distancia de seguridad, usar gel hidroalcohólico y reuniones sociales con seis personas máximo.

Resiliencia: Capacidad de hacer frente y sobreponerse a las circunstancias adversas. Desde asumir que no podemos celebrar eventos sociales, hasta asumir el fallecimiento de seres queridos, pasando por asumir la no comprensión  de algunas normas contradictorias y poco entendibles: ¿Cómo es posible que no podamos ir a ver al Yeclano y en el mercaico de los domingos haya cientos de personas? Incomprensible pero es así…   

Asertividad: Capacidad de expresar mi opinión, sin alterarme y respetando al otro. Puedo pedirle a otra persona que se ponga la mascarilla, puedo pedirle que no se me acerque, que no me toque, pero no puedo exigirle ni enfadarme con él. Si no atiende mi demanda puedo dar un paso atrás e incluso irme. 

Creo que todos podemos tener estas tres capacidades y tenemos que intentar desarrollarlas y llevarlas a la práctica. A veces resultará más fácil y otras más complicado pero son nuestras herramientas para enfrentarnos a esta realidad y a los despreocupados.

Los preocupados

Una fina línea separa a este grupo del de los precavidos. La principal diferencia radicaría en los niveles de ansiedad. Cuando la inquietud, la incertidumbre, la inseguridad y el miedo empiezan a desbordarse, a la vez, el sistema cognitivo (el pensamiento) comienza a plantear temores, que casi siempre empiezan por un Y SI…? Y si cojo el virus? Y si se lo contagio a mis padres/hijos/pareja? Y si alguien muere por mi culpa?.

Este perfil no lo ha ocasionado el virus. Estas personas ya tenían problemas de ansiedad antes del Covid. Ya tenían manías y obsesiones. Son personas que, ya sea por una educación rígida, por experiencias personales traumáticas, o por haber aprendido un estilo de vida perfeccionista necesitan tener una seguridad absoluta de que la supuesta amenaza  no ocurrirá y eso es imposible saberlo. Si antes del covid ya lo pasaban mal con sus temores, con su ansiedad y con sus rituales, ahora que la amenaza del virus es real, lo están pasando mucho peor y probablemente tengan que buscar ayuda profesional.

¿Qué más podemos hacer? Las nuevas terapias psicológicas se están centrando en que el ser humano aprenda a darse cuenta que lo más importante que tenemos en nuestra vida es la vivencia del momento presente. Estar centrados en el pasado, viviendo de los recuerdos o preocupados por el futuro nos impide tomar conciencia del momento presente. El aquí y el ahora es lo que tenemos. Desarrollar la atención plena con los cinco sentidos hacia el momento presente no solo nos va a permitir darnos cuenta de lo más importante: estamos vivos!!! Sino que además nos va a ayudar a disminuir nuestros niveles de nostalgia por el pasado y nuestros niveles de preocupación por el futuro. Aprender a practicar yoga, relajación, respiración profunda, meditación, mindfulness nos puede ayudar a conseguir focalizar más y mejor nuestra atención al momento presente, aunque ahora mismo esté condicionado por el Covid-19, es lo que hay, es lo que nos está tocando vivir.

Además de esto es conveniente limitar la información diaria recibida sobre el covid-19, así como no dedicar demasiado tiempo a hablar sobre esa información recibida con los demás. Televisión, radio, redes sociales se pasan muchas horas hablando del virus y una sobrecarga de información tan solo nos puede llevar a entrar en el grupo de los preocupados, así que igual que delimito el tiempo diario de hacer ejercicio o de leer, también conviene delimitar el tiempo diario de recibir información sobre el Covid   

Entre todos vamos a vencer a este virus, pero no podemos ser pasivos.  Cada uno de nosotros tenemos que ser precavidos, resilientes y  asertivos.

 Ah! Y cuidado con los despreocupados!!

Miguel Angel Jiménez Ortiz, Psicólogo Especialista en Psicología Clínica, Col. Nº CV-04297

www.psicologiaclinicayecla.com


 

elperiodicodeyecla.com
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Elperiodicodeyecla.com. Diario digital de la ciudad de Yecla desde 2008. Información diaria de la localidad.

Desde hace meses el tema recurrente de conversación es la COVID-19.  Todos los días los informativos nos hablan de cifras de contagios, de cuarentenas, de hospitalizados,  de muertes, de medidas preventivas, de los PCR… ¿Cómo está afectando toda esta realidad y toda esta información a nivel psicológico? La respuesta a esta pregunta da para realizar una tesis con sus correspondientes estudios e investigaciones estadísticas. Como mi intención no es hacer una tesis, voy a responder a esa pregunta desde mi modesta opinión como psicólogo, así que quiero dejar claro que esto es tan solo un artículo de opinión, basado en mi experiencia como Psicólogo Especialista en Psicología Clínica.

Independientemente de la edad, del sexo y de las condiciones sanitarias personales podemos clasificar tres  perfiles de personalidad: 

1-Los negacionistas o despreocupados

2-Los precavidos 

3-Los preocupados 

Aproximadamente, los grupos 1 y 3 representarían cada uno el 15%, y el grupo 2 representaría el 70%. Veamos las características de cada grupo.

Negacionistas o despreocupados

Este 15% está representado por las personas que o bien están convencidos que el virus no existe y todo es un montaje de los gobiernos o de las farmaceuticas para luego vendernos una vacuna y tenernos controlados…; o bien sí creen en el virus pero piensan que son autoinmunes y por tanto a ellos nadie los va a contagiar.

Este grupo no ha nacido con el virus. Ya existía antes y está compuesto por las personas que asumen riesgos al estar convencidos que a ellos no les tocará nunca. Nunca tendrán un accidente de tráfico, nunca tendrán colesterol y aunque lo tengan nunca les dará un infarto. Se creen invulnerables y obviamente son los más peligrosos. Cuando se fuman dos cajetillas diarias no creen  que puedan tener un cáncer, porque eso le pasa a otros, cuando conducen a 150 km/h no piensan que puedan tener un accidente porque eso le pasa a otros, cuando están obesos y siguen comiendo grasas no piensan que pueden tener un infarto. Y por supuesto, tampoco piensan en el dolor que causarían en sus seres queridos.

Esta falta de preocupación por sí mismos y de empatía por los suyos hace que adopten conductas de riesgo, porque para ellos no es riesgo, “ellos lo tienen todo controlado”. Bien, con respecto al COVID-19 les ocurre lo mismo. Al estar convencidos de que el virus no existe o de que ellos no lo van a tener por su mágica invulnerabilidad, también adoptan conductas de riesgo: son las personas que a estas alturas de la pandemia, todavía intentan echarte la mano, darte un abrazo o hablarte a 50 cm sin mascarilla.  Y de la misma forma que se enfadan cuando sus seres queridos le dicen no fumes, no corras o no comas tanto, también se enfadan cuando le decimos no te echo la mano, no me beses, no me abraces, no te acerques tanto.

Va a resultar muy dificil convencerlos de algo, intentar que razonen o que sigan las normas, así que como estoy casi seguro que el lector de estas líneas está pensando en alguien en concreto de este grupo de negacionistas o despreocupados, lo mejor es aceptar que son así, no discutir con ellos pero sí mantenerme en mi postura precavida y asertiva y no ceder ante sus chantajes emocionales.

Los precavidos

En este grupo nos incluimos la mayoría, aproximadamente el 70%. Intentamos entender y aceptar la realidad tal cual es, o al menos, tal cual nos la cuentan. Intentamos seguir las normas preventivas aunque a veces no las entendamos o las veamos contradictorias, pero son las normas. Y básicamente son las tres que todos conocemos: Mascarilla, distancia de seguridad y gel de manos, además de todas las que van variando: Antes grupos de hasta diez, ahora grupos de hasta seis. Antes quince dias de cuarentena, ahora diez. No es resignación, es aceptación. Es como cuando voy conduciendo en una gran recta, con mucha visibilidad y no se puede adelantar. Puede que no lo entienda pero si está prohibido adelantar, pues no adelanto. 

Estoy convencido que la gran mayoría de las personas pertenecemos a este grupo de precavidos y aunque resulte dificil y a veces incomprensible intentamos seguir las normas. Y no es fácil ver a tus seres queridos y no poder darles un abrazo o dos besos. Pero ahora mismo es lo correcto, es lo que nos hace ser precavidos y por tanto no eliminar, pero sí disminuir la probabilidad de propagar el contagio. Ya lo estamos haciendo, pero hay que seguir desarrollando la capacidad de precaución, de resiliencia y de asertividad. 

Precaución: Capacidad de atención y respeto a las normas para prevenir un peligro. Llevar mascarilla “bien puesta”, mantener la distancia de seguridad, usar gel hidroalcohólico y reuniones sociales con seis personas máximo.

Resiliencia: Capacidad de hacer frente y sobreponerse a las circunstancias adversas. Desde asumir que no podemos celebrar eventos sociales, hasta asumir el fallecimiento de seres queridos, pasando por asumir la no comprensión  de algunas normas contradictorias y poco entendibles: ¿Cómo es posible que no podamos ir a ver al Yeclano y en el mercaico de los domingos haya cientos de personas? Incomprensible pero es así…   

Asertividad: Capacidad de expresar mi opinión, sin alterarme y respetando al otro. Puedo pedirle a otra persona que se ponga la mascarilla, puedo pedirle que no se me acerque, que no me toque, pero no puedo exigirle ni enfadarme con él. Si no atiende mi demanda puedo dar un paso atrás e incluso irme. 

Creo que todos podemos tener estas tres capacidades y tenemos que intentar desarrollarlas y llevarlas a la práctica. A veces resultará más fácil y otras más complicado pero son nuestras herramientas para enfrentarnos a esta realidad y a los despreocupados.

Los preocupados

Una fina línea separa a este grupo del de los precavidos. La principal diferencia radicaría en los niveles de ansiedad. Cuando la inquietud, la incertidumbre, la inseguridad y el miedo empiezan a desbordarse, a la vez, el sistema cognitivo (el pensamiento) comienza a plantear temores, que casi siempre empiezan por un Y SI…? Y si cojo el virus? Y si se lo contagio a mis padres/hijos/pareja? Y si alguien muere por mi culpa?.

Este perfil no lo ha ocasionado el virus. Estas personas ya tenían problemas de ansiedad antes del Covid. Ya tenían manías y obsesiones. Son personas que, ya sea por una educación rígida, por experiencias personales traumáticas, o por haber aprendido un estilo de vida perfeccionista necesitan tener una seguridad absoluta de que la supuesta amenaza  no ocurrirá y eso es imposible saberlo. Si antes del covid ya lo pasaban mal con sus temores, con su ansiedad y con sus rituales, ahora que la amenaza del virus es real, lo están pasando mucho peor y probablemente tengan que buscar ayuda profesional.

¿Qué más podemos hacer? Las nuevas terapias psicológicas se están centrando en que el ser humano aprenda a darse cuenta que lo más importante que tenemos en nuestra vida es la vivencia del momento presente. Estar centrados en el pasado, viviendo de los recuerdos o preocupados por el futuro nos impide tomar conciencia del momento presente. El aquí y el ahora es lo que tenemos. Desarrollar la atención plena con los cinco sentidos hacia el momento presente no solo nos va a permitir darnos cuenta de lo más importante: estamos vivos!!! Sino que además nos va a ayudar a disminuir nuestros niveles de nostalgia por el pasado y nuestros niveles de preocupación por el futuro. Aprender a practicar yoga, relajación, respiración profunda, meditación, mindfulness nos puede ayudar a conseguir focalizar más y mejor nuestra atención al momento presente, aunque ahora mismo esté condicionado por el Covid-19, es lo que hay, es lo que nos está tocando vivir.

Además de esto es conveniente limitar la información diaria recibida sobre el covid-19, así como no dedicar demasiado tiempo a hablar sobre esa información recibida con los demás. Televisión, radio, redes sociales se pasan muchas horas hablando del virus y una sobrecarga de información tan solo nos puede llevar a entrar en el grupo de los preocupados, así que igual que delimito el tiempo diario de hacer ejercicio o de leer, también conviene delimitar el tiempo diario de recibir información sobre el Covid   

Entre todos vamos a vencer a este virus, pero no podemos ser pasivos.  Cada uno de nosotros tenemos que ser precavidos, resilientes y  asertivos.

 Ah! Y cuidado con los despreocupados!!

Miguel Angel Jiménez Ortiz, Psicólogo Especialista en Psicología Clínica, Col. Nº CV-04297

www.psicologiaclinicayecla.com


 

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