Concha Ortega rememora cómo era el San Isidro de su infancia, una fiesta que si bien a ella no le hacía especial ilusión, su madre vivía con intensidad
En la víspera de la primera comunión, hacían a las niñas trencillas en el pelo, muy prietas y mojadas con limón, para que el pelo les quedara fijo y rizado al día siguiente