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🌼 martes 23 abril 2024
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El tesoro de Yecla y el Sapo (cuento de Navidad)

Jon Imanol Sapieha Candela, alias «Sapo», y Ángel Flores alias «Casper» fueron los grandes protagonistas de las Navidades yeclanas de 1998. Imagino que muchos habréis visto el capítulo del documental «Sapo, S.A. Memorias de un ladrón» donde el Sapo cuenta el robo al Banco Popular de Yecla. Si no lo habéis visto, os adelanto un resumen. Entraron al banco por la puerta principal, sin despertar sospechas, y en el sótano, a través de un butrón, accedieron a la cámara acorazada, repleta de cajas de seguridad. Abrieron 80 de las 200 existentes y no abrieron más porque en la furgoneta no entraban más bolsas con billetes. En total, asegura, se llevaron ¡2.700 millones de pesetas en billetes de distintas divisas!

El documental es buenísimo y relata paso a paso la fechoría. A mí hay varias cosas que me dejaron turulato y me dan pie a imaginar historias fantásticas: La caja de zapatos vacía encontrada en una de las cajas de seguridad… ¿qué había tenido dentro? ¿Era la caja donde se guardaban los zapatos de tacón de alguna amante? ¿Se bebió en ellos champán en alguna fiesta clandestina? ¿Eran los zapatos de algún travestido que mantenía en secreto su debilidad? En esa caja no había dinero. Las cajas estaban numeradas y la número trece la dejaron sin abrir; ya se sabe que los ladrones son supersticiosos.

En otra caja de seguridad apareció un bocadillo a medio comer: ¿Sería la caja de un hombre esclavo de una estricta dieta y cada día iba al banco a darle un mordisquito al bocata de jamón? ¿O lo dejó allí olvidado el día que fue a retirar sus millones antes del robo porque tuvo un sueño premonitorio? Todo un misterio.

La corona de la Virgen quedó en el suelo llena de barro por el agua utilizada para el butrón y toda salpicada de billetes. ¡Qué herejía por Dios!, pero al mismo tiempo, qué poético. Las joyas y la corona de la Patrona se salvaron del hurto.

Cuenta el protagonista del documental que temían más a la anciana insomne que a la policía. Conocían las costumbres de todos los vecinos del edificio. La policía es metódica, los insomnes son imprevisibles y una vieja desvelada podría haber llamado al teléfono del cuartelillo y haber fastidiado la cosa.

Días más tarde, cuando saltó la noticia, unos vecinos hablaron de un coche con los cristales empañados frente al atrio de la iglesia a la salida de la misa de gallo. ¿Serian dos amantes haciendo el amor o vigilantes del equipo del Sapo?

Me hizo mucha gracia ver a Jon Imanol Alias «Sapo» reírse mirando a cámara y diciendo: «Yecla, ¿dónde está Yecla? ¡Si hay dinero, vamos a darle las Navidades!».

—¿Cómo podía haber tanto dinero encerrado en cajas de seguridad cuando había tanta necesidad? —se pregunta mi amigo Pedrito, que especula además con la identidad del chivato—. Parece ser que fue un inocente yeclano que en un viaje a Alicante para visitar a unas amigas que trabajaban en una ‘casa de amigas’, contó lo de los ahorros y lo de las cajas de seguridad repletas de billetes. Parece ser que estas amigas eran amigas íntimas de los ladrones, porque estos tienen amigas en todas partes, y allí parece que fue donde nació el plan.

El Panocha piensa que con ese dineral, 2.700 millones de las antiguas pesetas ( 16,2 millones de euros), más los que se quedaron en las cajas sin abrir, las fábricas de Yecla podrían haber tenido a los empleados mejor pagados del país. Y habría sobrado para tener las calles más limpias y los edificios mejor remodelados de España, pero el Sapo vino y se llevó un zurrón. Ya se lo ha gastado, afirma sonriente Jon Imanol.

Dice mi amigo Salvador, que la culpa del desastre de pueblo que sufrimos la tienen Cásper, el Sapo y sus compinches:

—Estoy seguro, —afirma con rotundidad—, que ese dinero lo tenía guardado ahí una gente muy generosa para invertir en mejorar nuestra ciudad y sus empresas, porque eran yeclanos generosos y amantes de su pueblo y muy ahorradores. 

Y continúa con sus delirios: 

—Con esos milloncejos, podríamos tener una residencia de ancianos municipal y de lujo, el mejor hospital de Europa, las mejores escuelas de la Región y las fiestas más rimbombantes del mundo. Yecla hoy sería la envidia del país, pero estos desarmados nos arruinaron.

El Sapo dice en el documental que los once que participaron en el atraco estaban más necesitados que quienes tenían el dinero en esas cajas. «Si lo tenían ahí escondido es porque no lo necesitaban», reflexiona. En eso tiene razón.

Aun así, el punto más macabro de la historia lo puso uno del grupo de Cásper, que se compró un Ferrari con billetes manchados de barro. El concesionario alertó a los polis; encima tuvo un accidente con el coche y se mató. Al funeral acudieron casi todos los malhechores menos el Sapo, que asegura que los de su equipo tienen estudios y que por eso no los pillaron. «Nosotros no asistimos nunca a ceremonias, no tenemos teléfonos móviles y además somos gente con estudios».

Y esta es quizás la moraleja del documental: el Sapo deja claro que para ser un atracador de prestigio hay que estudiar, no como los dueños de las cajas de seguridad…

Ana sonreía fantaseando con las otras 120 cajas que quedaron sin abrir. ¿Dónde estarán guardadas ahora?, se pregunta. Y su sonrisa maliciosa la delata. A mí me gustaría formar parte del equipo del Sapo, ya que tengo estudios, no me gusta las ostentación y sé lo que es estar en la cárcel, pero eso no os lo voy a contar de momento.

Se me olvidaba además que esa Nochebuena estuve en Yecla y al pasar por la plaza del Ayuntamiento, un tipo muy simpático me pidió fuego. Era forastero y estaba de paso, me dijo. Fumamos unos cigarros con entretenida conversación, si bien miraba desconfiado hacia todas partes. Me contó un cuento de Navidad. No recuerdo bien los detalles de la narración, pero hablaba de una princesa encerrada en un castillo lejano, un sapo convertido en príncipe que la rescataba, unas bolsas con monedas de oro, una bruja que daba vueltas con su escoba por el Cerro de Los Santos, unos guardias que estaban en la misa del gallo cantando villancicos y unos gobernantes, como siempre, que dormían plácidamente. Al final, el príncipe, enriquecido con las monedas de oro que encontró en la cueva del tesoro, rescató a la princesa, y ambos fueron felices en un lugar secreto.

Nos despedimos y me dio su tarjeta: «Soy cuentacuentos», me aclaró. Ahora, después de ver el documental, he podido por fin entender el cuento.

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es

Jon Imanol Sapieha Candela, alias «Sapo», y Ángel Flores alias «Casper» fueron los grandes protagonistas de las Navidades yeclanas de 1998. Imagino que muchos habréis visto el capítulo del documental «Sapo, S.A. Memorias de un ladrón» donde el Sapo cuenta el robo al Banco Popular de Yecla. Si no lo habéis visto, os adelanto un resumen. Entraron al banco por la puerta principal, sin despertar sospechas, y en el sótano, a través de un butrón, accedieron a la cámara acorazada, repleta de cajas de seguridad. Abrieron 80 de las 200 existentes y no abrieron más porque en la furgoneta no entraban más bolsas con billetes. En total, asegura, se llevaron ¡2.700 millones de pesetas en billetes de distintas divisas!

El documental es buenísimo y relata paso a paso la fechoría. A mí hay varias cosas que me dejaron turulato y me dan pie a imaginar historias fantásticas: La caja de zapatos vacía encontrada en una de las cajas de seguridad… ¿qué había tenido dentro? ¿Era la caja donde se guardaban los zapatos de tacón de alguna amante? ¿Se bebió en ellos champán en alguna fiesta clandestina? ¿Eran los zapatos de algún travestido que mantenía en secreto su debilidad? En esa caja no había dinero. Las cajas estaban numeradas y la número trece la dejaron sin abrir; ya se sabe que los ladrones son supersticiosos.

En otra caja de seguridad apareció un bocadillo a medio comer: ¿Sería la caja de un hombre esclavo de una estricta dieta y cada día iba al banco a darle un mordisquito al bocata de jamón? ¿O lo dejó allí olvidado el día que fue a retirar sus millones antes del robo porque tuvo un sueño premonitorio? Todo un misterio.

La corona de la Virgen quedó en el suelo llena de barro por el agua utilizada para el butrón y toda salpicada de billetes. ¡Qué herejía por Dios!, pero al mismo tiempo, qué poético. Las joyas y la corona de la Patrona se salvaron del hurto.

Cuenta el protagonista del documental que temían más a la anciana insomne que a la policía. Conocían las costumbres de todos los vecinos del edificio. La policía es metódica, los insomnes son imprevisibles y una vieja desvelada podría haber llamado al teléfono del cuartelillo y haber fastidiado la cosa.

Días más tarde, cuando saltó la noticia, unos vecinos hablaron de un coche con los cristales empañados frente al atrio de la iglesia a la salida de la misa de gallo. ¿Serian dos amantes haciendo el amor o vigilantes del equipo del Sapo?

Me hizo mucha gracia ver a Jon Imanol Alias «Sapo» reírse mirando a cámara y diciendo: «Yecla, ¿dónde está Yecla? ¡Si hay dinero, vamos a darle las Navidades!».

—¿Cómo podía haber tanto dinero encerrado en cajas de seguridad cuando había tanta necesidad? —se pregunta mi amigo Pedrito, que especula además con la identidad del chivato—. Parece ser que fue un inocente yeclano que en un viaje a Alicante para visitar a unas amigas que trabajaban en una ‘casa de amigas’, contó lo de los ahorros y lo de las cajas de seguridad repletas de billetes. Parece ser que estas amigas eran amigas íntimas de los ladrones, porque estos tienen amigas en todas partes, y allí parece que fue donde nació el plan.

El Panocha piensa que con ese dineral, 2.700 millones de las antiguas pesetas ( 16,2 millones de euros), más los que se quedaron en las cajas sin abrir, las fábricas de Yecla podrían haber tenido a los empleados mejor pagados del país. Y habría sobrado para tener las calles más limpias y los edificios mejor remodelados de España, pero el Sapo vino y se llevó un zurrón. Ya se lo ha gastado, afirma sonriente Jon Imanol.

Dice mi amigo Salvador, que la culpa del desastre de pueblo que sufrimos la tienen Cásper, el Sapo y sus compinches:

—Estoy seguro, —afirma con rotundidad—, que ese dinero lo tenía guardado ahí una gente muy generosa para invertir en mejorar nuestra ciudad y sus empresas, porque eran yeclanos generosos y amantes de su pueblo y muy ahorradores. 

Y continúa con sus delirios: 

—Con esos milloncejos, podríamos tener una residencia de ancianos municipal y de lujo, el mejor hospital de Europa, las mejores escuelas de la Región y las fiestas más rimbombantes del mundo. Yecla hoy sería la envidia del país, pero estos desarmados nos arruinaron.

El Sapo dice en el documental que los once que participaron en el atraco estaban más necesitados que quienes tenían el dinero en esas cajas. «Si lo tenían ahí escondido es porque no lo necesitaban», reflexiona. En eso tiene razón.

Aun así, el punto más macabro de la historia lo puso uno del grupo de Cásper, que se compró un Ferrari con billetes manchados de barro. El concesionario alertó a los polis; encima tuvo un accidente con el coche y se mató. Al funeral acudieron casi todos los malhechores menos el Sapo, que asegura que los de su equipo tienen estudios y que por eso no los pillaron. «Nosotros no asistimos nunca a ceremonias, no tenemos teléfonos móviles y además somos gente con estudios».

Y esta es quizás la moraleja del documental: el Sapo deja claro que para ser un atracador de prestigio hay que estudiar, no como los dueños de las cajas de seguridad…

Ana sonreía fantaseando con las otras 120 cajas que quedaron sin abrir. ¿Dónde estarán guardadas ahora?, se pregunta. Y su sonrisa maliciosa la delata. A mí me gustaría formar parte del equipo del Sapo, ya que tengo estudios, no me gusta las ostentación y sé lo que es estar en la cárcel, pero eso no os lo voy a contar de momento.

Se me olvidaba además que esa Nochebuena estuve en Yecla y al pasar por la plaza del Ayuntamiento, un tipo muy simpático me pidió fuego. Era forastero y estaba de paso, me dijo. Fumamos unos cigarros con entretenida conversación, si bien miraba desconfiado hacia todas partes. Me contó un cuento de Navidad. No recuerdo bien los detalles de la narración, pero hablaba de una princesa encerrada en un castillo lejano, un sapo convertido en príncipe que la rescataba, unas bolsas con monedas de oro, una bruja que daba vueltas con su escoba por el Cerro de Los Santos, unos guardias que estaban en la misa del gallo cantando villancicos y unos gobernantes, como siempre, que dormían plácidamente. Al final, el príncipe, enriquecido con las monedas de oro que encontró en la cueva del tesoro, rescató a la princesa, y ambos fueron felices en un lugar secreto.

Nos despedimos y me dio su tarjeta: «Soy cuentacuentos», me aclaró. Ahora, después de ver el documental, he podido por fin entender el cuento.

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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10 COMENTARIOS

  1. El FACHA no descansa. BM deja que me pele las gambas como me de la gana. Tú lo que debes hacer es no quedarte con las mandarinas cuando hacen las gachasmigas populares (gratis).
    Al menos lleva cuidado que no te vean. Tus colegas son muy crueles y se cachondean de ti, como el director del Banco cuando vas a pedir un crédito.
    ¿Está prohibido que los pobres puedan comer gambas? ¿O está reservado para los «capitalistas» como tú?
    «Capitalista» también se le dice a esos espontáneos que cogen al torero y se lo echan al hombro. Es decir son los que de forma campechana se dice que son unos «muertos de hambre».
    BM que no te de vergüenza. Yo llevo con orgullo haber nacido en una familia obrera.

    BM ya conozco que tú estas por aparentar lo que NO eres, un muerto de hambre que tiene un mercedes de segunda mano, se apunta a los de la pólvora para sacar barriga y tiene que recortar en «gambas» para poder hacer frente a la cuota festera.
    Y ahora hablamos del cuento de navidad de Teo. Teo un saludo.
    Que la furgoneta se le quedara pequeña para tanto billetes de las Cajas del Popular, al menos es llamativo.
    BM, cuenta algo sobre el ROBO DEL POPULAR. Te centras en mí y dejas lo principal.

  2. 25 años después pocas cosas han cambiado en este pueblo. El dinero negro sigue circulando en sobres de mano en mano. Jornadas de más de 50 horas. Horas extraordinarias nunca declaradas, al menos yo no he conocido ningún caso.
    Trabajadores escondiéndose y huyendo cuando hay una inspección de trabajo.
    Todo por la patria, pero los impuestos mejor que los pague otro.

  3. El FACHA este de BM no para de decirme lo que tengo que hacer. Como los burros, unas veces no quieren andar otras no paran. Este tipo NO PARA de darme «ordenes».
    Que INCUMPLO como no puede ser de otra manera. Además el tipo es tan INCULTO que no sabe articular el más mínimo comentario (4 ó 5 líneas) sobre la noticia.

    Sobre las visitas en una hora estaré en la Tasca, tengo mesa reservada, para comernos una paella de marisco. No te invito no sea que no pares de decirme como tengo que pelar las gambas.

  4. BM no hace falta que me animes a intervenir me animo yo solo. ¿Te digo yo que tú intervengas? ¿Verdad que NO? Déjame ser «libre» y pueda intervenir cuándo me de la gana.
    ¡Estos fachas que mandones son!

    El «asalto» al Banco Popular de Yecla por parte de unos «cualificados ladrones» que según ellos, tienen mil años de perdón si se roba a otro ladrón, fue producto de años de acumulación de capital por parte de una pequeña-mediana, pero bien pertrechada, burguesía local -principalmente industrial- que arrancaba buenos excedentes de capital a base, entre otros, de los bajos salarios. Entre otros… el dinero B.

    No me alegro del robo, lo digo donde me pongo y sale el tema, en su día hubiese sido invertido en el pueblo. De por vida no se guarda tanta cantidad de dinero, siempre hubiese salido buena parte.
    Un episodio «negro» de la historia de Yecla que puso al descubierto el mal reparto de la riqueza.
    Hoy es historia pasada, por suerte la industria de Yecla, con sus dificultades que siempre existen, da empleo a muchas miles de personas y hace de Yecla ser un pueblo industrial de primer orden.
    Con algunas cosas a mejorar.

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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