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🍁 viernes 22 noviembre 2024
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Trueno interior

A veces uno navega por la vida como sobre aguas tranquilas, confiado; dando por buenas, sin dudar, muchas de las ideas aprendidas desde la infancia. Pero llega un buen día en que alguien con afán racionalista te pone todo patas arriba con argumentos científicos y sientes como si un trueno te despertara y desatara en tu interior una tormenta. Soy un poco terco en ocasiones y a mí cada vez que la ciencia se erige como única defensora de la verdad, se me enciende una alarma y un impulso de rebeldía se apodera de mí.

Tuvimos el domingo pasado una comida en una casa de campo con debate de sobremesa de esos alargados con café y copas hasta el anochecer. Mi vecino Pelayo, que era el anfitrión, amaneció con ganas de polemizar y empezó acusándonos de ingenuos, asegurando que Moisés no existió. Así, sin mediar introducción y sin venir a cuento. Me pilló cortando unas rodajas de chorizo y casi me corto un dedo.

Estábamos empezando el aperitivo y, como somos discutidores vocacionales, la cosa se fue enredando y una de las variantes fue la existencia de Dios, que por cierto a mí me parece una de las discusiones más sustanciosas. Nos gusta discutir a pelo como antes, sin nadie que aparezca echando mano de Google para aclarar el asunto; sin enarbolar la Wikipedia como bandera de certezas. Internet parece el Espíritu Santo actual, Microsoft el padre y Twitter el hijo; la trilogía completa al alcance de un clic y todos los anticlericales tan felices.

Muy confiado estaba yo cuando Pelayo exhibió varios artículos sobre la clarísima inexistencia de Jesucristo y ahí si que salté furiosos porque soy cristiano, apostólico y anarquista; llevo a mucha honra mis convicciones espirituales y revolucionarias.

La mujer de Pelayo se santiguaba cada vez que escuchaba la negación de Dios o del Mesías, pero no dijo ni una sola palabra, no se atrevía ante tanto contertulio de firmes convicciones.

El Panocha lloraba de la risa y cuando pudo hablar advirtió que si no hay pruebas certeras de la existencia de un tal Jesús ‘el Nazareno’, mucho menos de una tal María, virgen y santa; y que en ese caso la devoción de la patrona de nuestro pueblo no tendría sentido. Y ahí la buena de Josefa echó mano de una medalla de la Inmaculada para besarla.

Ana interrumpió la guasa del Panocha para aclarar que una cosa es la ciencia y otra muy distinta es la fe. Y añadió que las creencias no necesitan confirmación de los científicos; que lo único importante es la aportación generosa de la religión católica a la humanidad.

Pedrito se arrancó apoyando a Pelayo, pero llevando el tema a su terreno; y como es agnóstico-liberal y solo cree en las cosas que den beneficios económicos, sentenció:
—Bill Gates es el verdadero Mesías —y remató advirtiendo que las acciones del Banco Vaticano caerían en picado si se confirmase la inexistencia de Jesucristo.

A mí me vino a la memoria la deslumbrante escultura del Moisés de Miguel Ángel, majestuosa e imponente.  Hubo que reponer hielo y cambiar el barril de cerveza, las polémicas despiertan la sed.

Moisés de Miguel Ángel
Moisés de Miguel Ángel

Y Salvador como siempre, dando un toque de ecuanimidad, defendió la supremacía de los personajes sobre sus autores:

—Don Quijote, Sancho y Dulcinea no se pueden poner en entredicho; han influido de manera rotunda en nuestra vida y han convertido a La Mancha en el auténtico paraíso de los soñadores…

Hizo una pausa para echar un trago y continuó:

—Jesucristo lleva dos mil años siendo la esperanza de los pobres y, de momento, son más duraderas en el tiempo las creencias que las teorías científicas.

Ana se vino arriba porque es una gran defensora de los personajes literarios o de cine:

—¿Y alguien pone en duda que Charlton Heston sea Moisés? No fastidiéis. Y qué decir del Rey Arturo o Robin Hood.  —Algunas risas se escucharon, sobre todo de mi hermana y del vecino, pero mi querida mujer prosiguió:

—¿Qué sería del mundo sin personajes como Ana Karenina, Penélope, Antígona, Sherezade o la propia Magdalena?

Yo lidiaba con mi tormenta interior y pensaba en León Tolstói y en Ángel Pestaña, que son mis anarquistas favoritos, cuando la amiga de Pedrito intervino para decir que Jesucristo fue el primer comunista… Ahí me santigüe mirando a Josefa que estaba pálida como una muerta y desconecté, no quise seguir escuchando.

Desde el principio de los tiempos, los ideólogos o las religiones han utilizado a su antojo o a su conveniencia a los personajes históricos o a los mitos, pero yo me negaba a creer que la existencia de Cristo era mentira y Pelayo seguía exhibiendo libros y datos científicos; cada vez que decía la frase «la ciencia siempre tiene la razón» a mí me picaba todo el cuerpo.

Que Moisés y Jesús de Nazaret, los dos grandes líderes del catolicismo, tengan que ver con Dios siempre me trajo sin cuidado, pero me niego a aceptar su inexistencia.
—¿Personajes de ficción? Por los clavos de cristo, ¡qué barbaridad! —y a esta exclamación contestó Pelayo leyendo un texto en el que aseguraban que habían aparecido más de veinte clavos que parecían ser los auténticos clavos que sujetaron al mesías en la cruz. Y claro, todos pensamos que eran muchos clavos para un solo hombre y además demasiado grandes; Josefa, que ya no podía más, echó mano del rosario que llevaba en el bolso y sacó toda su energía para decir una frase rotunda:

—No era un hombre al que clavaron, era el Hijo de Dios.

Y no hubo unanimidad ni la perseguíamos, pero nadie se atrevió a contestar. En ese momento sacó Salvador el arroz que olía a gloria bendita.
Yo llevo dos días dándole vueltas al asunto.


Relatos de Teo Carpena

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es

A veces uno navega por la vida como sobre aguas tranquilas, confiado; dando por buenas, sin dudar, muchas de las ideas aprendidas desde la infancia. Pero llega un buen día en que alguien con afán racionalista te pone todo patas arriba con argumentos científicos y sientes como si un trueno te despertara y desatara en tu interior una tormenta. Soy un poco terco en ocasiones y a mí cada vez que la ciencia se erige como única defensora de la verdad, se me enciende una alarma y un impulso de rebeldía se apodera de mí.

Tuvimos el domingo pasado una comida en una casa de campo con debate de sobremesa de esos alargados con café y copas hasta el anochecer. Mi vecino Pelayo, que era el anfitrión, amaneció con ganas de polemizar y empezó acusándonos de ingenuos, asegurando que Moisés no existió. Así, sin mediar introducción y sin venir a cuento. Me pilló cortando unas rodajas de chorizo y casi me corto un dedo.

Estábamos empezando el aperitivo y, como somos discutidores vocacionales, la cosa se fue enredando y una de las variantes fue la existencia de Dios, que por cierto a mí me parece una de las discusiones más sustanciosas. Nos gusta discutir a pelo como antes, sin nadie que aparezca echando mano de Google para aclarar el asunto; sin enarbolar la Wikipedia como bandera de certezas. Internet parece el Espíritu Santo actual, Microsoft el padre y Twitter el hijo; la trilogía completa al alcance de un clic y todos los anticlericales tan felices.

Muy confiado estaba yo cuando Pelayo exhibió varios artículos sobre la clarísima inexistencia de Jesucristo y ahí si que salté furiosos porque soy cristiano, apostólico y anarquista; llevo a mucha honra mis convicciones espirituales y revolucionarias.

La mujer de Pelayo se santiguaba cada vez que escuchaba la negación de Dios o del Mesías, pero no dijo ni una sola palabra, no se atrevía ante tanto contertulio de firmes convicciones.

El Panocha lloraba de la risa y cuando pudo hablar advirtió que si no hay pruebas certeras de la existencia de un tal Jesús ‘el Nazareno’, mucho menos de una tal María, virgen y santa; y que en ese caso la devoción de la patrona de nuestro pueblo no tendría sentido. Y ahí la buena de Josefa echó mano de una medalla de la Inmaculada para besarla.

Ana interrumpió la guasa del Panocha para aclarar que una cosa es la ciencia y otra muy distinta es la fe. Y añadió que las creencias no necesitan confirmación de los científicos; que lo único importante es la aportación generosa de la religión católica a la humanidad.

Pedrito se arrancó apoyando a Pelayo, pero llevando el tema a su terreno; y como es agnóstico-liberal y solo cree en las cosas que den beneficios económicos, sentenció:
—Bill Gates es el verdadero Mesías —y remató advirtiendo que las acciones del Banco Vaticano caerían en picado si se confirmase la inexistencia de Jesucristo.

A mí me vino a la memoria la deslumbrante escultura del Moisés de Miguel Ángel, majestuosa e imponente.  Hubo que reponer hielo y cambiar el barril de cerveza, las polémicas despiertan la sed.

Moisés de Miguel Ángel
Moisés de Miguel Ángel

Y Salvador como siempre, dando un toque de ecuanimidad, defendió la supremacía de los personajes sobre sus autores:

—Don Quijote, Sancho y Dulcinea no se pueden poner en entredicho; han influido de manera rotunda en nuestra vida y han convertido a La Mancha en el auténtico paraíso de los soñadores…

Hizo una pausa para echar un trago y continuó:

—Jesucristo lleva dos mil años siendo la esperanza de los pobres y, de momento, son más duraderas en el tiempo las creencias que las teorías científicas.

Ana se vino arriba porque es una gran defensora de los personajes literarios o de cine:

—¿Y alguien pone en duda que Charlton Heston sea Moisés? No fastidiéis. Y qué decir del Rey Arturo o Robin Hood.  —Algunas risas se escucharon, sobre todo de mi hermana y del vecino, pero mi querida mujer prosiguió:

—¿Qué sería del mundo sin personajes como Ana Karenina, Penélope, Antígona, Sherezade o la propia Magdalena?

Yo lidiaba con mi tormenta interior y pensaba en León Tolstói y en Ángel Pestaña, que son mis anarquistas favoritos, cuando la amiga de Pedrito intervino para decir que Jesucristo fue el primer comunista… Ahí me santigüe mirando a Josefa que estaba pálida como una muerta y desconecté, no quise seguir escuchando.

Desde el principio de los tiempos, los ideólogos o las religiones han utilizado a su antojo o a su conveniencia a los personajes históricos o a los mitos, pero yo me negaba a creer que la existencia de Cristo era mentira y Pelayo seguía exhibiendo libros y datos científicos; cada vez que decía la frase «la ciencia siempre tiene la razón» a mí me picaba todo el cuerpo.

Que Moisés y Jesús de Nazaret, los dos grandes líderes del catolicismo, tengan que ver con Dios siempre me trajo sin cuidado, pero me niego a aceptar su inexistencia.
—¿Personajes de ficción? Por los clavos de cristo, ¡qué barbaridad! —y a esta exclamación contestó Pelayo leyendo un texto en el que aseguraban que habían aparecido más de veinte clavos que parecían ser los auténticos clavos que sujetaron al mesías en la cruz. Y claro, todos pensamos que eran muchos clavos para un solo hombre y además demasiado grandes; Josefa, que ya no podía más, echó mano del rosario que llevaba en el bolso y sacó toda su energía para decir una frase rotunda:

—No era un hombre al que clavaron, era el Hijo de Dios.

Y no hubo unanimidad ni la perseguíamos, pero nadie se atrevió a contestar. En ese momento sacó Salvador el arroz que olía a gloria bendita.
Yo llevo dos días dándole vueltas al asunto.


Relatos de Teo Carpena

Teo Carpena
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Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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1 COMENTARIO

  1. Siempre terminan en tablas los debate sobre religión. Al final cada uno/a sigue defendiendo lo mismo que al inicio del debate o conversación. El creyente ya le pueden decir misa de que no hay certeza de que existiera Jesucristo que le da igual, sigue en sus treces, al igual que el no creyente continúa con sus ideas de negación.
    La ciencia intenta dar explicación objetiva de los hechos que ocurren. El porqué los objetos caen al suelo ya lo explicó Newton en su «ley de la gravedad», son hechos científicos.
    Lo otro también existe, las emociones, las creencias, los sentimientos, lo no racional…Claro que existe más de lo que pensamos.
    Si el mundo aplicara la «razón» única y exclusivamente como podían votar en masa a tipos como Donald Trump, por poner un ejemplo que nos queda lejos. O la existencia de las guerras. O llegar a meter a personas en hornos crematorios. Es la sin razón la que domina.
    La humanidad siempre ha necesitado creer. En los dioses, en el fuego, el sol… hasta creían (le inculcaban) que el Faraón era una especie de dios en la tierra. Una manera de que los esclavos no se rebelaran.
    Hoy hay otros dioses, Soros, Bill Gates, Rockefeller, Silicon Valley… Estos no necesitan filósofos para controlar al personal, solo controlar las nuevas tecnologías.
    Leches que se me va el tiempo y debo ir a misa de 12. No fui ayer.
    Lo último, mis anarquistas favoritos son: «el noi del sucre» (el chicho del azúcar) Salvador Seguí y una mujer, Federica Montseny que tuve la gran dicha de conocer un 4 de junio del año 1979 en un pueblo de Murcia, Loquí. A sus 74 años se dirigió a las más de mil personas que estábamos en una nave grande de una fábrica con un entusiasmo de alguien de cincuenta años menos.
    Una gran pancarta se leía: «Nuestra lucha proseguirá en tanto la hierba crezca, el sol brille y los ríos fluyan al mar».
    Esto lo tengo recogido en «algo» que estoy escribiendo. Federica ya se adelantó a su tiempo con esta alusión ecologista.
    Para mí la ciencia, lo científico… tiene un papel esencial, sin olvidar a los sentimientos, creencias, etc. por el papel que juegan en la vida de las personas. Si no fuese así, seríamos máquinas.
    Teo un saludo.

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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