Cuando el pueblo echó a volar, uno de los edificios que se marchó fue el hospital, aunque llovieron jeringuillas durante dos días. La gente tardó cinco en acercarse al lugar, cuando las jeringuillas ya estaban germinando, y descubrieron que no solo nacían tallos de cristal allí donde habían caído, sino que además tenían a unos cuidadores muy particulares.
Resultó que la otra cosa que el hospital se había dejado en el páramo fue a todos los ejecutivos que lo poblaban, aunque a los médicos y enfermeras sí se los llevó consigo. Eso, o se habían ido unos meses antes a Alemania, nunca quedó claro. Lo que sí era cristalino es que un numeroso grupo de mujeres y hombres trajeados que parecían saber poco de medicina, pero mucho de empresariales, deambulaban con las pantorrillas al aire, mangueras y regaderas en ristre, y se encargaban de hacer crecer aquellas extrañas plantas de cristal.
Hasta que el hospital no los excretó, los yeclanos no habían tenido conciencia del número de ejecutivos que habitaba allí. Corrían rumores de que albergaba unos poquicos más de los necesarios, pero los cientos de personas que se encontraron cuidando de la plantación de jeringuillas hizo saltar todas las alarmas. ¿Para qué se habían necesitado tantos?
Un enterao fue a preguntarles, y uno de los ejecutivos venido a agricultor le respondió con amabilidad:
—Tú pagas impuestos, ¿no? —El enterao asintió—. Y cada año pagas un poquito más, ¿no? —El enterao convino que así era—. Pues a alguna parte tienen que ir esos impuestos, ¿no?
Aquel hombre se dio por satisfecho y lo transmitió al resto de yeclanos del páramo, que observaba al grupo de ejecuti-agricultores desde la distancia como si sufriesen de lepra. De vez en cuando, alguien venía por la carretera del Moñigo, aparcaba junto a la plantación y salía del coche con un maletín. Lo abría en una zona apartada y todos los ejecuti-agricultores corrían ansiosos, como pingüinos en la Antártida, hasta la persona del maletín. Un yeclano huérfano con mucha astucia decidió acercarse un día y descubrió que repartía sobres con pepitas de oro. Los ejecutivos graznaban al abrir su sobre y regresaban a la parcela de tierra que debían cuidar. Pronto los negros y maltrechos trajes de ejecutivos empezaron a parecerse a plumas de negro azabache.
Cuando las plantaciones de jeringuillas superaron la altura de dos metros, los ejecuti-agricultores dejaron de quedar a la vista. De repente, un bosque de puro vidrio se había levantado allá donde se encontrase el hospital, y de él tan solo emanaban sonidos extraños, el silbido de la brisa o la extracción de la salvia de la tierra. Las jeringuillas la absorbían varias veces al día. Luego la procesaban y devolvían al suelo tan solo aire.
Surgieron los rumores y las leyendas. Durante los siguientes meses, acercarse al bosque de jeringuillas quedó prohibido para los más pequeños. Se decía que una mujer había entrado allí y había salido semanas después, hastiada, comentando que allí solo habían listas de espera y documentos infinitos a rellenar; otro hombre deliraba por el páramo tras su supuesta entrada al bosque. Allí había dado con criaturas extrañas, tan diminutas y persistentes como moscas, que le ofrecían seguros médicos. El pobre hombre ahora solo deambulaba negando una y otra vez, y lo poco que decía era: La salud me la vais a quitar vosotros…
Los yeclanos del páramo se cansaron del peligro en que se había convertido el lugar. Montaron una expedición con arcabuces llenos de canicas, botas de vino para aguantar las circunstancias adversas y un buen alijo de caldo con pelotas para no perder energías. Estuvieron en el bosque, cuya extensión no era mayor que la que cubriese el hospital de antaño, unas dos semanas, y la mayoría regresó con trastorno de estrés postraumático, delirios y habiéndose hecho pis en los pantalones. Tuvieron que mandarlos al sanatorio de Jumilla. Los pocos que regresaron cuerdos contaron que los ejecuti-agricultores ya no tenían forma humana, sino la de molestas urracas y buitres gigantes que no volaban porque estaban gordos como leones de mar y sus alas no los sostenían.
Contaron que los ejecuti-agricultores ahora decían llamarse Tecnócratas, y todo el día era para ellos la hora del almuerzo. Cuando no comían, capturaban insectos y los despedían del bosque por motivos económicos u organizacionales. Al detectar la presencia de los exploradores yeclanos, los rodearon y les dieron discursicos sobre meritocracia hasta dejarlos desmayaos. El grupo despertó en los lindes interiores del bosque. Huyeron despavoridos; algunos, como conté, desquiciaicos perdíos.
Como no crece en extensión, los yeclanos del páramo tan solo han puesto vallas alrededor del bosque de jeringuillas. De vez en cuando reciben misivas procedentes del bosque invitándolos a pagar una tarifa por tenerlos allí, pero ningún yeclano ha caído en el engaño. Ha surgido la esperanza de que el bosque acabe muriendo al ignorarlo, así como los buitres que ahora lo habitan. Algunos se encomiendan al Yeclano Errante, y otros a Lobo y Acerica, pero han pasado años y el bosque continúa esperando, no tanto el regreso del pueblo, sino la recaudación de impuestos para empezar a montar chiringuitos dentro del bosque.
Tú alcoholismo te lleva a sacar unas analíticas fatales. Cuidate.
Viene a dar lecciones el seguidor y admirador de dictadores y asesinos sanguinarios como lenin, pa mear y no echar gota, un admirador de asesinos que se quiere hacer pasar por demócrata, menudo fascista el copernicus, sólo es un borrego adoctrinao que repite hasta la saciedad lo que le dicen que diga, sin saber ni lo que quiere decir, no bebas copernicus, que se te nota cuando escribes, y si encima te tomas la pastillica que te recetaron en el Luis Valenciano, mejor, aunque tengamos que aguantar tu mal aliento, por lo menos no aguantaremos tus desvarios.
Los de VOX ya se sabe. La/el que se auto-titula Reme es de la extrema derecha de este pueblo.
No sé como no le da vergüenza serlo. Son los «nietos» de aquel que dijo (Millán Astrain) ABAJO LA INTELIGENCIA que lanzó contra Unamuno.
La comunidad científica los considera parásitos integrales.
Y como decía aquel periodista (JM García) tan famoso: «buenas noches y saludos cordiales»
A los chupópteros y abrazafarolas que me están sintonizando, como es el caso de la susodicha/o.
Creo que hablé de las jeringuillas, el/la de VOX que dice de esto? Gentuza.
Analfabeto has sido siempre, copernicus, además de fascistilla de medio pelo y borrego adoctrinao.
Pero yo a lo mio: tengo mi plaza en la puerta del ayuntamiento, gratis, reservada y vigilada, y si los vecinos del centro no pueden aparcar, que se aguanten, que yo digo lo que decía la canción de la serie Aida: A mi que me lancen cuchillos que doy media vuelta y tos los esquivo… O dicho de otro modo: ande yo caliente, ríase (o critíqueme) la gente, o más aun, dicho de otro modo, si yo tengo parking gratis y reservado, que se j. los del centro, que se hagan alcaldes o concejales y disfrutarán de privilegios, es que las que somos mejores y estamos por encima de los demás, debemos de disfrutar de privilegios que no tiene el populacho.
La verdad que si llueven las jeringuillas a primera hora de la mañana en el hospital. Entre los del Sintrom y analítica varia, las jeringuillas vuelan al brazo de los pacientes como si no hubiese un mañana.
Los que hemos sido donantes de sangre tiempos atrás vemos la diferencia que existe entre aquellas jeringas y las de ahora.
Algunas veces, para tus adentros decías, vaya «estralazo» me han pegado hoy a la hora de la extracción. Ahora, porque las/os profesionales son unos «artistas», más creo que las jeringuillas son mejores, con agujas más fina y todo eso, el caso que apenas sientes un leve pellizco cuando te pinchan.
«Las viejas jeringuillas volaron, la nueva plantación fue de una excelente cosecha»
¿Qué todo el personal de un centro hospitalario no puede ser personal directamente médico?
Eso está claro. Ahora que no me toquen esa persona que está a la entrada de consultas externas, creo que es, más amable que todas las cosas, te da los buenos días nada más te ve entrar, ayuda al personal que no tiene mucho control con la máquina de dar cita, o cualquier cosa…que no me la cambien por una máquina que me caguen en tó.
Hoy es deprimente ir a un banco y ver las mesas antes ocupadas por trabajadores, hoy vacías. Solo ves a cuatro que en la mayoría de veces te dicen que esa operación la hagas en la máquina que hay en la entrada.
Un día tuve que hacer una transferencia, lo mismo a la máquina. Para convencer que la transferencia me la hiciera «la ejecutiva» tuve que fingir que era analfabeto digital cuando sé lo que es el metaverso. Lo mío fue un acto de «solidaridad» con estos trabajadores, ya que mi petición fue atendida y de alguna manera estaba justificando un puesto de trabajo.
Habrán muchas cosas que saldrán volando en un mundo en continuo cambio, ahora que no se vuele la humanidad. Unos 18.000 niños muertos en Gaza.