Marta Menor es enfermera y trabaja en el servicio de Cuidados Paliativos a domicilio del Área V en la comarca del Altiplano. Un equipo de atención a domicilio” donde los pacientes reciben la asistencia para el seguimiento de la enfermedad, y según el tratamiento, se les ajusta la medicación, oxigeno -si precisa- y reciben parte de un estímulo muy necesario como terapia paliativa.
El equipo médico de cuidados paliativos que va por las casas tiene una historia en cada domicilio, además de la historia de cada paciente. Es un proceso sin duración expresa en el cual se establece un vínculo que no es fácil de definir, cuya visita aparte del seguimiento sirve para aminorar todo lo que sea posible el paso de la muerte.
Los cuidados paliativos me dice, «son un alivio» en la fase final de la vida, mediante el cual se abordan las necesidades físicas, emocionales, sociales y espirituales con independencia del momento de la enfermedad en que se esté. El paciente más joven que recuerda tenía 46 años, y de ahí hasta la franja de los muy abuelitos con 90 y pico, todos los demás.
La vida es como un estrecho túnel que se esconde en la tierra. Cuando la enfermedad está muy avanzada en la mayoría de los casos, el principal objetivo de estos cuidados paliativos es que los enfermos vivan hasta el final sin sufrimiento.
El tipo de respuesta que se debe dar depende mucho de las características de cada caso. En el final de una persona con estado terminal, el tratamiento paliativo es algo semejante a un bálsamo mediante el cual el enfermo le pide cuentas a la vida.
Cada enfermo lo afronta a su manera y vive en silencio los momentos más críticos de su vida. Personas cuyos tratamientos no han dado resultado, ahora viven dentro de los miedos el día a día de un periodo probablemente corto que da demasiado tiempo para pensar.
El paciente crónico complejo, el anciano frágil, el oncológico y el afectado por enfermedad neurodegenerativa, son el resorte principal que ellos tratan.
En la vida, un minuto puede ser eterno y una hora puede resultar cortísima. Que el enfermo exprese sus deseos. Las personas cuando se van les devolvemos algo de lo que nos han dado. Le han hecho frente a este duro trabajo y tienen que afrontarlo con el componente emocional que la propia tarea tiene.
Ahora llegan las vacaciones y en septiembre confía en que se recupere este servicio tan necesario. Extender el enfoque paliativo a la atención primaria y hospitalaria continua siendo su demanda, ya que ellas son un solo equipo de soporte para un Área V, que engloba 60.217 habitantes dentro de sus 1.580 km.2.
El servicio que los cuidados paliativos presta dentro de la amplia dispersión geográfica solo abarca de lunes a viernes de 8:00 a 15:00 horas, y por ello proponen guardias localizadas los fines de semana, tardes y noches, todo ello bajo la perspectiva de una formación y mirada paliativa del resto de profesionales.
El equipo de cuidados paliativos de Yecla y Jumilla tiene una media en su “cartera” de 30 pacientes, y me confirma que solamente el 5% precisa sedación paliativa antes de marcharse a la otra vida.
Controlar el dolor, la mucosidad, el jarabe para la tos, la terapia respiratoria, y así una serie de atenciones ante las dificultades de los pacientes, es la tarea que realizan personas como ella, porque nunca se sabe dentro de la angustia que supone, por muy asumido que se tenga, y a pesar de la medicación, cuándo llegará la agonía.
Los sentimientos tienen una importancia grande a la hora de determinar nuestra conducta; Marta ha llorado más de una vez y lo seguirá haciendo a escondidas cuando fallece un paciente. Marta también es voluntaria de Cruz Roja. Estuvo varios meses sola para un trabajo muy duro que además de la vocación requiere un esfuerzo mental importante, para no quemarte porque se viven demasiadas situaciones complicadas y nadie es infalible. Después vinieron dos médicos, profesionales sanitarios. Todos ellos respetan, siempre dentro del dolor y el sufrimiento, la voluntad del paciente y de sus familiares. Últimamente, quiero recordar a María Martínez, la doctora que junto a Marta, ambas un encanto, atendieron a mi mujer durante veinte días en la última etapa de su vida.
Hablar de los cuidados paliativos con Marta, y de tantas otras cosas que afectan a la sanidad, lo necesitaba para recargar mis pilas. En un proceso duro que a su vez genera muchas dudas, miedo e incertidumbre, dentro de la adaptación, la aceptación y el entendiendo de la muerte como parte de la vida. Este trenecito no se para, siempre a galope. Ella se levanta cada día y transmite su energía, sabiendo que en la calle se va a encontrar de todo, y que cuando está con sus pacientes, intenta transmitirles eso de “vamos a llegar hasta donde lleguemos y lo haremos de la mejor forma posible”.