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🍁 jueves 12 diciembre 2024
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La mecanización agraria

La mecanización agraria se inició tímidamente en el primer tercio de la década de los años cincuenta. Ello no significa que antes no se conocieran e incluso se utilizaran los tractores en Yecla, pero lo cierto es que al terminar los años cuarenta todavía había en nuestro pueblo, un número de mulas dedicadas a los trabajos agrícolas, no menor de cuatro mil, lo que significaba una cantidad de puestos de trabajo fijos en la agricultura aproximadamente igual.

La aparición de los primeros tractores suscitó considerables comentarios. Había gente que decía que el campo de Yecla no era apto para mecanizarse, que las dimensiones de sus parcelas eran muy reducidas, lo cual en algunos casos era cierto. También se decía que las labores de los tractores al ser más profundas romperían tantas raíces que las plantas morirían.

Lo cierto es que las oleadas de tractores fueron llegando y esparciéndose por los campos. Primero llegaron los de menos potencia, que a pesar de ello sustituyeron a muchas mulas y muleros; más tarde vendrían en mayor cantidad y potencia y serían más las mulas y los muleros sustituidos o adaptados.

Primeros tractores: el Lanz semidiésel

Había un tipo de tractor que fue uno de los que más contribuyó a la conversión (ahora parece que se llama reconversión) de mulero a tractorista. Aquel tractorista tenía su faceta humorística. Era el Lanz semidiésel de un solo cilindro. Al ponerse en marcha no siempre lo hacía en el sentido correcto el motor, y cuando esto sucedía las marchas iban para atrás con gran sorpresa del tractorista que tenía que parar el motor y volver a ponerlo en marcha.

No obstante, a pesar de estos inconvenientes, que en el fondo no lo eran, los tractores fueron adueñándose del campo. Al principio sólo se pensó en ellos como sustitutos de la mula que labraba o de la que iba uncida al carro para transportar productos, pero de pronto se les utilizó para acoplarlos a segadoras y a trilladoras y más tarde a sembradoras, distribuidoras de abono y otros aparatos.

Máquinas por muleros

Estas faenas las hacían las máquinas sustituyendo a un número cada vez mayor de obreros en el campo. Fue un proceso que se realizó sin ser planificado y una gran masa fue trasladándose a la industria y, al potenciar ésta, contribuyeron a la elevación del nivel de vida local.

El mulero transformándose a trancas y barrancas en tractorista se sentía elevado de categoría y al mismo tiempo aligerado en su faena, ya no tenía que caminar detrás de la mula sino que iba sentado y algunas veces protegido por la cabina de metal y cristal; no tenía que dormir en la cuadra ni echarle de comer a medianoche a las mulas, sino que podía hacerlo en una cama y pasarse los domingos en su casa porque los tractores, cuando no trabajaban, no necesitaban comer ni beber como las caballerías. Claro está que había excedentes que hubieran pasado al paro si no fuera porque la industria, en auge continuo, absorbía lo que sobraba en el campo.

Desapareció la industria artesanal

A esta conversión de agricultura se realizó otra, que aunque no afectó a gran número de gentes no dejó de tener su importancia. La desaparición de las industrias artesanales en su inmensa mayoría, se apoyaban en las caballerías, especialmente herradores, esquiladores, guarniceros, aperadores y algún otro oficio quizás ya olvidado. La profesión de veterinarios aunque mermada por disminución de ganados, subsistió.

Todas estas profesiones con una importancia antiguamente considerable, fueron desapareciendo y transformándose en industrias de aperos agrícolas otras. Llegando a tener una gran importancia en nuestros días ya que no solo abastecen al campo local sino que producen para toda España y algunas incluso exportan.

En los establecimientos de los herradores, las paredes estaban llenas de herraduras y anillas a las que se les ataban las caballerías para ser herradas; y al herrero que con inexplicable facilidad clavaba los extraños clavos de herrar en los cascos y que se dejaban hacer casi siempre con pacifica tranquilidad.

También fueron a menos la llegada a los campos de los esquiladores para sus tareas, generalmente programadas por trimestres. Los guarniceros se convirtieron en fabricantes de bolsas, cinturones, y hasta zapateros, siempre conservando como materia prima, la piel o el cuero.

Todas estas profesiones poco a poco desaparecieron, como poco a poco lo harían las caballerías que las hacían necesarias. Se llevaba a cabo una reconversión sin anuncios periodísticos, protestas o movilizaciones como ahora se dice y sin embargo con un resultado que en el caso de nuestra ciudad resultó beneficioso.

La contrapartida triste es ver las casas de campo que antes hervían de actividad y daban alojamiento a personas, caballerías, gallinas, ganado, palomas, cerdos y tantas cosas, y ahora están en su mayor parte vacías, algunas abandonadas y no faltan las que, en ruinas, se desmoronan.


José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
"DESDE MI PUPITRE" Intento aprender cada día, y como observador atento procuro escribir un poco de todo con respeto y disciplina, de recuerdos, necesidades y de aquello que mientras pueda, vaya encontrándome por el camino, siempre dando gracias al estímulo de la vida.

La mecanización agraria se inició tímidamente en el primer tercio de la década de los años cincuenta. Ello no significa que antes no se conocieran e incluso se utilizaran los tractores en Yecla, pero lo cierto es que al terminar los años cuarenta todavía había en nuestro pueblo, un número de mulas dedicadas a los trabajos agrícolas, no menor de cuatro mil, lo que significaba una cantidad de puestos de trabajo fijos en la agricultura aproximadamente igual.

La aparición de los primeros tractores suscitó considerables comentarios. Había gente que decía que el campo de Yecla no era apto para mecanizarse, que las dimensiones de sus parcelas eran muy reducidas, lo cual en algunos casos era cierto. También se decía que las labores de los tractores al ser más profundas romperían tantas raíces que las plantas morirían.

Lo cierto es que las oleadas de tractores fueron llegando y esparciéndose por los campos. Primero llegaron los de menos potencia, que a pesar de ello sustituyeron a muchas mulas y muleros; más tarde vendrían en mayor cantidad y potencia y serían más las mulas y los muleros sustituidos o adaptados.

Primeros tractores: el Lanz semidiésel

Había un tipo de tractor que fue uno de los que más contribuyó a la conversión (ahora parece que se llama reconversión) de mulero a tractorista. Aquel tractorista tenía su faceta humorística. Era el Lanz semidiésel de un solo cilindro. Al ponerse en marcha no siempre lo hacía en el sentido correcto el motor, y cuando esto sucedía las marchas iban para atrás con gran sorpresa del tractorista que tenía que parar el motor y volver a ponerlo en marcha.

No obstante, a pesar de estos inconvenientes, que en el fondo no lo eran, los tractores fueron adueñándose del campo. Al principio sólo se pensó en ellos como sustitutos de la mula que labraba o de la que iba uncida al carro para transportar productos, pero de pronto se les utilizó para acoplarlos a segadoras y a trilladoras y más tarde a sembradoras, distribuidoras de abono y otros aparatos.

Máquinas por muleros

Estas faenas las hacían las máquinas sustituyendo a un número cada vez mayor de obreros en el campo. Fue un proceso que se realizó sin ser planificado y una gran masa fue trasladándose a la industria y, al potenciar ésta, contribuyeron a la elevación del nivel de vida local.

El mulero transformándose a trancas y barrancas en tractorista se sentía elevado de categoría y al mismo tiempo aligerado en su faena, ya no tenía que caminar detrás de la mula sino que iba sentado y algunas veces protegido por la cabina de metal y cristal; no tenía que dormir en la cuadra ni echarle de comer a medianoche a las mulas, sino que podía hacerlo en una cama y pasarse los domingos en su casa porque los tractores, cuando no trabajaban, no necesitaban comer ni beber como las caballerías. Claro está que había excedentes que hubieran pasado al paro si no fuera porque la industria, en auge continuo, absorbía lo que sobraba en el campo.

Desapareció la industria artesanal

A esta conversión de agricultura se realizó otra, que aunque no afectó a gran número de gentes no dejó de tener su importancia. La desaparición de las industrias artesanales en su inmensa mayoría, se apoyaban en las caballerías, especialmente herradores, esquiladores, guarniceros, aperadores y algún otro oficio quizás ya olvidado. La profesión de veterinarios aunque mermada por disminución de ganados, subsistió.

Todas estas profesiones con una importancia antiguamente considerable, fueron desapareciendo y transformándose en industrias de aperos agrícolas otras. Llegando a tener una gran importancia en nuestros días ya que no solo abastecen al campo local sino que producen para toda España y algunas incluso exportan.

En los establecimientos de los herradores, las paredes estaban llenas de herraduras y anillas a las que se les ataban las caballerías para ser herradas; y al herrero que con inexplicable facilidad clavaba los extraños clavos de herrar en los cascos y que se dejaban hacer casi siempre con pacifica tranquilidad.

También fueron a menos la llegada a los campos de los esquiladores para sus tareas, generalmente programadas por trimestres. Los guarniceros se convirtieron en fabricantes de bolsas, cinturones, y hasta zapateros, siempre conservando como materia prima, la piel o el cuero.

Todas estas profesiones poco a poco desaparecieron, como poco a poco lo harían las caballerías que las hacían necesarias. Se llevaba a cabo una reconversión sin anuncios periodísticos, protestas o movilizaciones como ahora se dice y sin embargo con un resultado que en el caso de nuestra ciudad resultó beneficioso.

La contrapartida triste es ver las casas de campo que antes hervían de actividad y daban alojamiento a personas, caballerías, gallinas, ganado, palomas, cerdos y tantas cosas, y ahora están en su mayor parte vacías, algunas abandonadas y no faltan las que, en ruinas, se desmoronan.


José Antonio Ortega
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1 COMENTARIO

  1. Todo evoluciona. En el campo tampoco se conocían los «mares de plástico» de los invernaderos. Esas plantaciones de tomates, lechugas, brócoli…bajo plásticos que tanto abundan en la zona almeriense y murciana.
    Es la aplicación de las «leyes del capitalismo» que también llegó, como no podía ser de otra manera, al sector agrario. Producir mucho al menor coste=beneficio.
    Hay que producir mucho y barato por aquello de la competencia. Nuestros productos agrarios copan los mercados europeos por su calidad y buenos precios. El Levante español tiene buen clima algo esencial para la agricultura.
    Producir mucho para abaratar costes tiene sus contradicciones. Para producir mucho no basta el secano hay que tener plantaciones de regadío y se necesita AGUA. Y el agua es un bien natural escaso.
    Es el «oro» del siglo XXI por lo que todos se pelean. Más trasvases piden unos, otros ya está bien que el agua pasa por «nuestra puerta» y es «nuestra».
    Armonizar estos intereses es difícil, peor cuando algún partido intenta politizar al sector para su propio beneficio.
    Donde no llega los trasvases hay extracción de agua de acuíferos hasta llegar a ponerlos en peligro de secarlos. ¡No todo el campo puede ser de regadío!
    Y no solo está el agua para producir más, tenemos los abonos de la agricultura de regadío intensiva. Esos nutrientes que contaminaron el Mar Menor y que hacen crecer el brócoli en los invernaderos a ritmos espectaculares.
    La agricultura debe tender a ser sostenible. Algo no fácil de conseguir en un modelo económico donde sus leyes te llevan de forma inexorable a la máxima competitividad, más producción, más barato, mayor rendimiento económico.
    No es menos cierto que no cabe otra que algún entendimiento. Si no se quiere ir al desastre. El control del agua, sobre todo los acuíferos y, el control de los productos químicos para el campo.
    La aplicación de la máquina (tractor) al campo es otro de los elementos de desarrollo de la agricultura al modelo de producción capitalista.
    Estuve años conviviendo con un «aniaguero». Encargado.
    «Menudo aniaguero nos ha caído es más agarrao que un chotis»

José Antonio Ortega
José Antonio Ortega
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