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🍁 martes 19 noviembre 2024
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Yecla no existe, es el sueño de un pastor ibérico

Me he preguntado muchas veces a lo largo de mi vida, qué pasaría si yo no fuese quien soy y solo fuese el sueño de otro. Sé que esta es una vieja idea muy recurrente en la adolescencia, pero yo sigo en esas de vez en cuando. ¿Se ha preguntado querido lector si usted es quien dice realmente ser? ¿No podría ser quizá el sueño de un extraño pasajero espacial o la construcción fantasiosa de un ilusionista?

Póngase frente al espejo (no se ría); cierre los ojos y trate de imaginar otra imagen de sí mismo. Después abra los parpados lentamente y observe: ¿Se reconoce? Felicidades, yo no consigo reconocerme.

Tenga en cuenta que los sueños son muy reales y en ellos se siente el dolor y el placer con la misma intensidad que en la vida real. ¿Y si resulta que los sueños son la auténtica realidad?

Sé que esto no es más que un juego, pero, por si acaso, lanzo una última pregunta: ¿Yecla existe realmente o es la invención fantasiosa de un pastor ibérico despistado y nosotros formamos parte de esa fantasía?

Hace miles de años, en una noche de tormenta, este pastor se refugió con sus cabras al abrigo de una cueva en el cerro del Castillo. Mirando el campo liso a lo lejos, soñó con torres, cúpulas, fachadas encaladas, calles en cuesta de geometrías imposibles y huertos con melocotoneros enormes y mientras acariciaba las ubres repletas de una de sus cabras favoritas lo vio claro:

—A los pies de este cerro construiré una ciudad.

Se durmió y soñó Yecla. Creo que todavía no ha despertado.

pastor ibérico
Como Un Tronco / Unsplash

Muchas veces en mi infancia, me preguntaba si la escuela era una pesadilla y aquel maldito maestro enano que nos torturaba con su palmeta era un monstruo creado por mi imaginación; cada día con más fuerzas deseaba su muerte.

También me dio por pensar qué habría sido de mí si en vez de utilizar tanto tiempo intentando jugar bien al futbol sin conseguirlo, lo hubiera ocupado en leer libros de astrofísica o de cirugía molecular; ahora podría ser premio Nobel de Medicina y tener una casa en Cincinnati.

Los días soleados me molestan mucho, padezco fotofobia. Como el exceso de luz me produce tristeza, me dedico a leer cosas dramáticas o a imaginar catástrofes mundiales o desgracias personales. Menos mal que soy un afortunado y nada de lo que imagino se cumple.

Sin embargo los días grises son un bálsamo para mí y entonces veo el mundo con claridad.

Dieron las siete de la mañana y Ana me sorprendió mirando por la ventana el amanecer húmedo. Le conté que andaba imaginando que el clima de Yecla se empieza a parecer al de Galicia y que con esta lluvia crecerá hierba suficiente para alimentar el ganado de miles de cabras…
—Me gustan los días grises y húmedos.
—Cariño tú no soportarías tres días seguidos de humedad, que te duelen los huesos en cuanto hueles un charco —asevera mi querida mujer.
—Eso es verdad, ¿pero te imaginas vivir cerca de un puerto marinero y ver cada día entrar barcos y escuchar el griterío de los marineros?
—Deja tus teorías marineras que ya has comprobado que cualquier yeclano medio sabe de yates más que un magnate ruso…
—Pues hablando de rusos… —interviene mi hermana apareciendo por arte de magia— ¿imagináis que nos invadan y que la Región de Murcia se convierta en una república rusa? Acabaríamos bailando el Kasachof y las bodegas de vino se transformarían en destilerías de vodka. Eso sí, los rusos son más guapos que los españoles.
—Los hermanos Carpena no dais tregua a vuestra fantasía — responde Ana sonriente con el albornoz medio abierto; a mí esa imagen me devuelve a la hermosa realidad de la blancura de su piel y me quedo embobado en su escote.

Seguí con el juego de las suposiciones y fantaseé: Si pudiera vivir trescientos años más, pero con el aspecto de veinte años menos, y conocer a los tataranietos de mis nietos… caí entonces en la cuenta de que no tengo hijos. Bueno pues a los tataranietos de los nietos de mis sobrinos desplazándose por el espacio, viajando en una nave supersónica; atravesando constelaciones, buscando mundos distintos y conquistando nuevos planetas. También soñé con que uno de eso pilotos heredara mi nombre y le nombraran comodoro de una lejana galaxia y volviera a la Tierra por Navidad y me trajera turrón de un planeta remoto; y que todos me trataran como un extraño ejemplar ibérico del siglo XX…

Para entonces me gustaría que el pastor ibérico despistado siguiera soñando para que la magia no se rompiera y Yecla no despareciera.


Relatos de Teo Carpena

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es

Me he preguntado muchas veces a lo largo de mi vida, qué pasaría si yo no fuese quien soy y solo fuese el sueño de otro. Sé que esta es una vieja idea muy recurrente en la adolescencia, pero yo sigo en esas de vez en cuando. ¿Se ha preguntado querido lector si usted es quien dice realmente ser? ¿No podría ser quizá el sueño de un extraño pasajero espacial o la construcción fantasiosa de un ilusionista?

Póngase frente al espejo (no se ría); cierre los ojos y trate de imaginar otra imagen de sí mismo. Después abra los parpados lentamente y observe: ¿Se reconoce? Felicidades, yo no consigo reconocerme.

Tenga en cuenta que los sueños son muy reales y en ellos se siente el dolor y el placer con la misma intensidad que en la vida real. ¿Y si resulta que los sueños son la auténtica realidad?

Sé que esto no es más que un juego, pero, por si acaso, lanzo una última pregunta: ¿Yecla existe realmente o es la invención fantasiosa de un pastor ibérico despistado y nosotros formamos parte de esa fantasía?

Hace miles de años, en una noche de tormenta, este pastor se refugió con sus cabras al abrigo de una cueva en el cerro del Castillo. Mirando el campo liso a lo lejos, soñó con torres, cúpulas, fachadas encaladas, calles en cuesta de geometrías imposibles y huertos con melocotoneros enormes y mientras acariciaba las ubres repletas de una de sus cabras favoritas lo vio claro:

—A los pies de este cerro construiré una ciudad.

Se durmió y soñó Yecla. Creo que todavía no ha despertado.

pastor ibérico
Como Un Tronco / Unsplash

Muchas veces en mi infancia, me preguntaba si la escuela era una pesadilla y aquel maldito maestro enano que nos torturaba con su palmeta era un monstruo creado por mi imaginación; cada día con más fuerzas deseaba su muerte.

También me dio por pensar qué habría sido de mí si en vez de utilizar tanto tiempo intentando jugar bien al futbol sin conseguirlo, lo hubiera ocupado en leer libros de astrofísica o de cirugía molecular; ahora podría ser premio Nobel de Medicina y tener una casa en Cincinnati.

Los días soleados me molestan mucho, padezco fotofobia. Como el exceso de luz me produce tristeza, me dedico a leer cosas dramáticas o a imaginar catástrofes mundiales o desgracias personales. Menos mal que soy un afortunado y nada de lo que imagino se cumple.

Sin embargo los días grises son un bálsamo para mí y entonces veo el mundo con claridad.

Dieron las siete de la mañana y Ana me sorprendió mirando por la ventana el amanecer húmedo. Le conté que andaba imaginando que el clima de Yecla se empieza a parecer al de Galicia y que con esta lluvia crecerá hierba suficiente para alimentar el ganado de miles de cabras…
—Me gustan los días grises y húmedos.
—Cariño tú no soportarías tres días seguidos de humedad, que te duelen los huesos en cuanto hueles un charco —asevera mi querida mujer.
—Eso es verdad, ¿pero te imaginas vivir cerca de un puerto marinero y ver cada día entrar barcos y escuchar el griterío de los marineros?
—Deja tus teorías marineras que ya has comprobado que cualquier yeclano medio sabe de yates más que un magnate ruso…
—Pues hablando de rusos… —interviene mi hermana apareciendo por arte de magia— ¿imagináis que nos invadan y que la Región de Murcia se convierta en una república rusa? Acabaríamos bailando el Kasachof y las bodegas de vino se transformarían en destilerías de vodka. Eso sí, los rusos son más guapos que los españoles.
—Los hermanos Carpena no dais tregua a vuestra fantasía — responde Ana sonriente con el albornoz medio abierto; a mí esa imagen me devuelve a la hermosa realidad de la blancura de su piel y me quedo embobado en su escote.

Seguí con el juego de las suposiciones y fantaseé: Si pudiera vivir trescientos años más, pero con el aspecto de veinte años menos, y conocer a los tataranietos de mis nietos… caí entonces en la cuenta de que no tengo hijos. Bueno pues a los tataranietos de los nietos de mis sobrinos desplazándose por el espacio, viajando en una nave supersónica; atravesando constelaciones, buscando mundos distintos y conquistando nuevos planetas. También soñé con que uno de eso pilotos heredara mi nombre y le nombraran comodoro de una lejana galaxia y volviera a la Tierra por Navidad y me trajera turrón de un planeta remoto; y que todos me trataran como un extraño ejemplar ibérico del siglo XX…

Para entonces me gustaría que el pastor ibérico despistado siguiera soñando para que la magia no se rompiera y Yecla no despareciera.


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Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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Teo Carpena
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Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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