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🌼 sábado 20 abril 2024
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El Camino Sax y la Virgen del Castillo

Toda mi familia nació en Yecla, varias generaciones de yeclanos que trabajaron esta tierra seca y gris. Mis padres, mi abuelo materno y yo, emigramos a Francia en el año sesenta y aquí no dejábamos a nadie que nos echara de menos.

Después de veinte años de ausencia, mi abuelo Teodoro seguía soñando con Yecla, con sus gentes y con su vida en estos campos. Nos pedía que no volviéramos jamás al pueblo: “Allí solo hay polvo y esparto”, decía, y le rechinaban los dientes. La muerte de su mujer y el fusilamiento de su único hermano durante la guerra le dolían como heridas recién abiertas.

Hablaba de lo mucho que había trabajado y cómo se había desriñonado en estos cerros

—¡Hambre, guerra, frío y una pandilla de gañanes acobardaos!— esta retahíla la repetía como si fuese un salmo.

A pesar de su odio, no había día que no nos contara alguna anécdota de Yecla. Cuando enfermó y no conseguía dormir a causa del dolor, mi madre a su lado, en la cama  del hospital le decía:

Cierra los ojos, vamos a recorrer el “Camino Sax”, vamos a la Sierra Salinas, y mi abuelo nombraba una a una las casas de campo y el apodo de sus dueños y así, repasando las tierras y las casas camino arriba o camino abajo, se dormía con un gesto de media sonrisa.

Cuando salimos de Yecla, yo tenía diez años y recuerdo con amargura la crueldad del maestro que me enseñó a leer y cuyo nombre no he conseguido olvidar. Ya entonces era de pocos amigos y no recuerdo a nadie de esa época.

Cuando me jubilé, cansado de viajar y sin nada que me atara a ningún lugar, buscaba una casa alejada de la gente, frente a un cerro, con un aljibe y mucho silencio. Era la única imagen de mi infancia en Yecla. Encontré la casa de mis recuerdos y en ella vivo.

Cada  día doy largos paseos por los caminos de tierra, no conozco —ni me interesan— a los paisanos con los que me cruzo, pero pienso en mis padres, en mi abuelo y en su rabia contra Yecla e intento entenderla. Y cada día me pregunto qué hago yo aquí. Posiblemente estos escritos sean la excusa para encontrar la respuesta.

Algunos días subo al Santuario del Castillo. Mi madre siempre tuvo un calendario con la imagen de la Virgen, se la trajo una yeclana que venía a la vendimia a nuestro pueblo francés. Le puso un marco y hasta el día de su muerte le acompañó. Solo adornaban una de las paredes esa imagen y otra en blanco y negro de sus padres retratados el día de la boda. Esas dos fotografías eran la confirmación de nuestra identidad.

Cuando paseo por el pueblo, me siento observado, pienso por un momento que es por mi forma de vestir, o porque les  parezco extranjero, o por mi pelo encrespado  blanco… pero luego me doy cuenta que lo hacen con todos, Yecla parece una república de esquineros vigilantes que controlan el tráfico de las aceras.

Es imposible pasear por estas calles sin ser visto; se giran y te siguen con la mirada y como les mires, entonces te saludan o te dan conversación. Son unos fisonomistas fantásticos. El otro día entro a tomar café a un bar y se me acerca un parroquiano y me dice:

—A usted parece que lo quiero yo conocer– dicen esa frase así de absurda habitualmente, y yo le contesté

—Je suis français– y le di la espalda.

Pues se parece mucho a un primo mío– me lo dijo con rabia mascando las palabras.

¡Mi no comprender!– le espeté, y conseguí que se alejara, pero desde la otra punta de la barra, seguía analizándome con mirada de zorro cazador desconcertado. Yo seguí ojeando un periódico deportivo.


Lee todos los artículos de Teo Carpena

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es

Toda mi familia nació en Yecla, varias generaciones de yeclanos que trabajaron esta tierra seca y gris. Mis padres, mi abuelo materno y yo, emigramos a Francia en el año sesenta y aquí no dejábamos a nadie que nos echara de menos.

Después de veinte años de ausencia, mi abuelo Teodoro seguía soñando con Yecla, con sus gentes y con su vida en estos campos. Nos pedía que no volviéramos jamás al pueblo: “Allí solo hay polvo y esparto”, decía, y le rechinaban los dientes. La muerte de su mujer y el fusilamiento de su único hermano durante la guerra le dolían como heridas recién abiertas.

Hablaba de lo mucho que había trabajado y cómo se había desriñonado en estos cerros

—¡Hambre, guerra, frío y una pandilla de gañanes acobardaos!— esta retahíla la repetía como si fuese un salmo.

A pesar de su odio, no había día que no nos contara alguna anécdota de Yecla. Cuando enfermó y no conseguía dormir a causa del dolor, mi madre a su lado, en la cama  del hospital le decía:

Cierra los ojos, vamos a recorrer el “Camino Sax”, vamos a la Sierra Salinas, y mi abuelo nombraba una a una las casas de campo y el apodo de sus dueños y así, repasando las tierras y las casas camino arriba o camino abajo, se dormía con un gesto de media sonrisa.

Cuando salimos de Yecla, yo tenía diez años y recuerdo con amargura la crueldad del maestro que me enseñó a leer y cuyo nombre no he conseguido olvidar. Ya entonces era de pocos amigos y no recuerdo a nadie de esa época.

Cuando me jubilé, cansado de viajar y sin nada que me atara a ningún lugar, buscaba una casa alejada de la gente, frente a un cerro, con un aljibe y mucho silencio. Era la única imagen de mi infancia en Yecla. Encontré la casa de mis recuerdos y en ella vivo.

Cada  día doy largos paseos por los caminos de tierra, no conozco —ni me interesan— a los paisanos con los que me cruzo, pero pienso en mis padres, en mi abuelo y en su rabia contra Yecla e intento entenderla. Y cada día me pregunto qué hago yo aquí. Posiblemente estos escritos sean la excusa para encontrar la respuesta.

Algunos días subo al Santuario del Castillo. Mi madre siempre tuvo un calendario con la imagen de la Virgen, se la trajo una yeclana que venía a la vendimia a nuestro pueblo francés. Le puso un marco y hasta el día de su muerte le acompañó. Solo adornaban una de las paredes esa imagen y otra en blanco y negro de sus padres retratados el día de la boda. Esas dos fotografías eran la confirmación de nuestra identidad.

Cuando paseo por el pueblo, me siento observado, pienso por un momento que es por mi forma de vestir, o porque les  parezco extranjero, o por mi pelo encrespado  blanco… pero luego me doy cuenta que lo hacen con todos, Yecla parece una república de esquineros vigilantes que controlan el tráfico de las aceras.

Es imposible pasear por estas calles sin ser visto; se giran y te siguen con la mirada y como les mires, entonces te saludan o te dan conversación. Son unos fisonomistas fantásticos. El otro día entro a tomar café a un bar y se me acerca un parroquiano y me dice:

—A usted parece que lo quiero yo conocer– dicen esa frase así de absurda habitualmente, y yo le contesté

—Je suis français– y le di la espalda.

Pues se parece mucho a un primo mío– me lo dijo con rabia mascando las palabras.

¡Mi no comprender!– le espeté, y conseguí que se alejara, pero desde la otra punta de la barra, seguía analizándome con mirada de zorro cazador desconcertado. Yo seguí ojeando un periódico deportivo.


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Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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3 COMENTARIOS

  1. Pero como se le puede publicar a esta persona esto en este medio de comunicación, respeto la libertad de expresión e ideas, pero lo de este señor me parece exagerado, si también le iba en Francia para que viene a Yecla, lo dicho me parece absurdo y la vinculación de esta persona con Yecla nula por completo, por lo tanto no tiene derecho a juzgarnos ya que no nos conoce de nada, repito que se marche si también le iba en Francia, y por supuesto cada persona elige donde vivir y tiene derecho a ello.

  2. Yecla parece una república de esquineros vigilantes que controlan el tráfico de las aceras….

    Excelente! Vivo en Yecla casi 27 años y mis hijos nacidos aqui …. Y aún asi me siento rara , extraña. A veces veo el pueblo como una ciudad ( pueblo)dormitorio, entre semana hay actividad , colegios , compras trabajo…. Pero que triste es cuando llega el finde. Y como en todos los lados hay gente buena , gente orgullosa y gentecilla.

  3. Como es posible que esto este pasando en Yecla?. Llega esta persona después de 20 años de ausencia y no tiene otra cosa mejor que hacer, que insultar a los ciudadanos y menospreciar al pueblo, bonita manera de presentación, él mismo dice «Qué hago yo aquí», entonces a que has venido?, si alguien que se digna hablarle, ya vemos su contestación «Yo no entender», también dice: «Yecla parece una república de esquineros vigilantes que controlan el tráfico de las aceras».
    Pero lo que no veo normal, es que este periódico le este dando voz a esta persona, a no ser que este de acuerdo con ella en lo que dice, lo que si que es cierto que este periódico se esta haciendo cómplice y responsable de lo que esta persona esta manifestando

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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