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✝️ viernes 29 marzo 2024
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Los derechos de los animales

Volvimos ayer de Francia y nuestros amigos habían organizado una comida en una casa de campo cerca del Arabí. Estaban todos alrededor de una mesa llena de aperitivos; mientras, yo le daba conversación a Salvador, que estaba preparando un arroz con conejo y caracoles en la lumbre. 

—Me parece que en esa sartén reposan los cadáveres de varios delitos contra el bienestar animal.

—Calla perillán que nos encarcelan…

Afuera todas nuestras mascotas estaban demasiado tranquilas; no presagiaba nada bueno, yo conozco bien a mi perro y estoy seguro de que estaban organizando algún contubernio. ¿Perros y gatos, algunos incluso con muy malas pulgas, en convivencia serena? Resulta muy sospechoso.

Cohen es el perro más noble que he conocido, bondadoso, inteligente y muy popular en su zona, se parece mucho a sus dueños.

Turko ,el perro de mi vecino, un mastín español, cazador de vocación, posee una mirada desafiante que inquieta. Su dueño es vehemente, exagerado defensor de la España imperial y opina que en el escudo de Yecla, en lugar del león, debería aparecer un perro como muestra de fidelidad a la corona.  

Lola es una perra muy presumida, mascota de una prima de Ana, que vive como una marquesa, no da ni un paso por las calles yeclanas, siempre pasea en el bolso de su dueña, es pequeña, pero rabiosa, peleona y de carácter arisco; sin embargo la dueña es de personalidad cándida y bonachona . 

Chanel, la perra de las caderas bamboleantes, ha venido de visita con su encantadora dueña, que entre arrumacos y carantoñas con Víctor, se ha olvidado de ella. Saturno, ensimismado, no se separa de ella. 

Claudio, un perro lanudo y melancólico que pertenece a una casa cercana, siempre pasea solo, se mueve con parsimonia y nunca ladra; parece un filosofo divagante entre bancales y ribazos, los perros del mundo olfatean, él reflexiona. 

Quico, un chihuahua que acaba de llegar de Madrid y es la mascota de un amigo del Panocha, exhibe un aire de intelectual relamido e impertinente, como su dueño, que nada más llegar nos soltó un discurso sobre los derechos de los animales. Pelayo le preguntó si conocía también los deberes perrunos; los dos se lanzaron miradas como guadañas.

Alba, la gata de Ana, es perezosa y presumida, pero de una inteligencia proverbial y poseedora de una elegancia que ya quisieran para sí algunas modelos de alta costura. Últimamente, se ha vuelto más sociable y siempre va acompañada de un grupo de amigo felinos, creo que todos son machos y la cortejan. Hay uno enrasinao y orejudo que parece ser su favorito. 

No es pasión de dueño, pero Saturno resalta sobre los demás; se le nota su origen aristocrático.

El tema de los derechos de los animales dio lugar a discrepancias. Salvador estaba enfadado con el tema animalista y lanzó una pregunta pinchosa mientras atizaba el fuego:

—Si todos los animales y las personas tenemos los mismos derechos, ¿por qué no tenemos también las mismas obligaciones, por qué los perros pueden cagar y mear en la calle y las personas no? —Eduardo, el madrileño aclaró: 

Nosotros somos sus protectores y esa es nuestra obligación. —Este pobre todavía no conoce las ironías de mi amigo y Salvador respondió con una frase lapidaria y corta:

—¡Estamos atontando a los animales domésticos! —Acto seguido, Pelayo lanzó una propuesta:

—Hay que crear un ministerio animal y que todos los perros españoles tengan representación parlamentaria. 

Carmela, la dueña de Lola, habló con entusiasmo sobre la igualdad entre perros y perras y exigió que los machos (o los dueños de los machos) se hagan cargo al menos de la mitad de los cachorros paridos una vez terminada la lactancia. Nadie dijo nada.

El madrileño defendió el derecho de las mascotas a dormir en la cama de los dueños, a viajar en preferente en los medios de transporte y, con rotundidad, afirmó que habría que prohibir las fiestas con petardos y pólvora. Ahí fue a dar en hueso; todos los yeclanos protestaron. Pero en la calle se montó una zapatiesta estupenda entre ladridos, maullidos, arañazos y dentelladas. Tuvimos que intervenir y Concha, sentada en un rincón de la cocina aclaró:

—Igualito que los humanos, son el vivo retrato.

Claudio, el perro lanudo, permanecía al margen del revuelo. Se alejó con la misma parsimonia con la que llegó y le vimos alejarse camino de su casa proyectando una sombra espesa de pesadumbre.


Blog de Teo Carpena

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es

Volvimos ayer de Francia y nuestros amigos habían organizado una comida en una casa de campo cerca del Arabí. Estaban todos alrededor de una mesa llena de aperitivos; mientras, yo le daba conversación a Salvador, que estaba preparando un arroz con conejo y caracoles en la lumbre. 

—Me parece que en esa sartén reposan los cadáveres de varios delitos contra el bienestar animal.

—Calla perillán que nos encarcelan…

Afuera todas nuestras mascotas estaban demasiado tranquilas; no presagiaba nada bueno, yo conozco bien a mi perro y estoy seguro de que estaban organizando algún contubernio. ¿Perros y gatos, algunos incluso con muy malas pulgas, en convivencia serena? Resulta muy sospechoso.

Cohen es el perro más noble que he conocido, bondadoso, inteligente y muy popular en su zona, se parece mucho a sus dueños.

Turko ,el perro de mi vecino, un mastín español, cazador de vocación, posee una mirada desafiante que inquieta. Su dueño es vehemente, exagerado defensor de la España imperial y opina que en el escudo de Yecla, en lugar del león, debería aparecer un perro como muestra de fidelidad a la corona.  

Lola es una perra muy presumida, mascota de una prima de Ana, que vive como una marquesa, no da ni un paso por las calles yeclanas, siempre pasea en el bolso de su dueña, es pequeña, pero rabiosa, peleona y de carácter arisco; sin embargo la dueña es de personalidad cándida y bonachona . 

Chanel, la perra de las caderas bamboleantes, ha venido de visita con su encantadora dueña, que entre arrumacos y carantoñas con Víctor, se ha olvidado de ella. Saturno, ensimismado, no se separa de ella. 

Claudio, un perro lanudo y melancólico que pertenece a una casa cercana, siempre pasea solo, se mueve con parsimonia y nunca ladra; parece un filosofo divagante entre bancales y ribazos, los perros del mundo olfatean, él reflexiona. 

Quico, un chihuahua que acaba de llegar de Madrid y es la mascota de un amigo del Panocha, exhibe un aire de intelectual relamido e impertinente, como su dueño, que nada más llegar nos soltó un discurso sobre los derechos de los animales. Pelayo le preguntó si conocía también los deberes perrunos; los dos se lanzaron miradas como guadañas.

Alba, la gata de Ana, es perezosa y presumida, pero de una inteligencia proverbial y poseedora de una elegancia que ya quisieran para sí algunas modelos de alta costura. Últimamente, se ha vuelto más sociable y siempre va acompañada de un grupo de amigo felinos, creo que todos son machos y la cortejan. Hay uno enrasinao y orejudo que parece ser su favorito. 

No es pasión de dueño, pero Saturno resalta sobre los demás; se le nota su origen aristocrático.

El tema de los derechos de los animales dio lugar a discrepancias. Salvador estaba enfadado con el tema animalista y lanzó una pregunta pinchosa mientras atizaba el fuego:

—Si todos los animales y las personas tenemos los mismos derechos, ¿por qué no tenemos también las mismas obligaciones, por qué los perros pueden cagar y mear en la calle y las personas no? —Eduardo, el madrileño aclaró: 

Nosotros somos sus protectores y esa es nuestra obligación. —Este pobre todavía no conoce las ironías de mi amigo y Salvador respondió con una frase lapidaria y corta:

—¡Estamos atontando a los animales domésticos! —Acto seguido, Pelayo lanzó una propuesta:

—Hay que crear un ministerio animal y que todos los perros españoles tengan representación parlamentaria. 

Carmela, la dueña de Lola, habló con entusiasmo sobre la igualdad entre perros y perras y exigió que los machos (o los dueños de los machos) se hagan cargo al menos de la mitad de los cachorros paridos una vez terminada la lactancia. Nadie dijo nada.

El madrileño defendió el derecho de las mascotas a dormir en la cama de los dueños, a viajar en preferente en los medios de transporte y, con rotundidad, afirmó que habría que prohibir las fiestas con petardos y pólvora. Ahí fue a dar en hueso; todos los yeclanos protestaron. Pero en la calle se montó una zapatiesta estupenda entre ladridos, maullidos, arañazos y dentelladas. Tuvimos que intervenir y Concha, sentada en un rincón de la cocina aclaró:

—Igualito que los humanos, son el vivo retrato.

Claudio, el perro lanudo, permanecía al margen del revuelo. Se alejó con la misma parsimonia con la que llegó y le vimos alejarse camino de su casa proyectando una sombra espesa de pesadumbre.


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Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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2 COMENTARIOS

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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