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🍁 martes 05 noviembre 2024
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Diálogos frente a una pantalla

Nuestro televisor se ha estropeado, empezaron a sonar entrecortados los diálogos y al rato enmudeció. Las imágenes aparecían en color, pero muy confusas, eran manchas en movimiento, y la música, un ruido constante parecido a una sinfonía dodecafónica de Schöenberg, pero desajustada; al rato también quedó silenciada. Han desaparecido de la pantalla los políticos, el mundial de fútbol y ya no hay telediarios, solo un chisporroteo multicolor que nos entretiene y aprovechamos para crear nuestros propios diálogos frente a la tele escacharrada y así pasamos un par de horas muy divertidas ayer con nuestros amigos Concha y Salvador.

Yo hacía de charcutero murciano borracho, no domino los acentos y me sale muy exagerado. Ana imitaba a una sargento argentina cabreada:

—Esta guerra la acababa yo a hostias; de cada bofetón me cargaba a un ruso y a un ucraniano, por parejas.

Concha hace de pija tonta y le contesta:

—Señorita sargento, que los ucranianos no son malos.
—Calla inocente, y no me llames señorita. En las guerras, hasta los furrieles son malos y además me importan un carajo, bofetón a izquierda y bofetón a derecha. En cuatro días no dejo ni un solo soldado, acabando de una puñetera vez con esto.
—Eso eso —contesta Salvador, que hace de chatarrero avaricioso— y toda la chatarra para mí, que me voy a forrar. Los tanques en un montón, los cañones en otro y en un contenedor los fusiles y las metralletas…
—No se llaman cañones, se llaman misiles.
—Hombres ya hablo el artillero —Salvador dice que los artilleros somos unos cobardes.

Yo hice la mili en artillería, pero en esta película hago de charcutero murciano:
—¡Señora, señores y señoritas, tengo choricicos de orza, los jamones más sabrosos y la morcillica más hermosa der mundo; y mortadela de Calasparra, choped de Totana y chicharrones de Mula!
—Reclutas, vayan bajando la voz que son más de las doce. De seguir así os pongo a hacer guardia toda la noche.
—Yo estoy rebajada de servicio que se me rompen las uñas —contestó la pija, y a todos nos dio la risa.

Salvador habló de hacer un viaje espacial para recolectar la chatarra que circula alrededor de la tierra.
Ana está segura de poder acabar con las guerra imponiendo una dictadura floreada.
Concha decía continuamente marcas famosas y se paseaba por la cocina como si fuese una modelo de alta costura y yo ofrecía rabico frito para acabar con el hambre del mundo. Acabamos agotados y felices.

Nos fuimos a la cama muy tarde después de la sesión. Nuestros amigos se despidieron sin salirse de su papel de chatarrero y de pija redicha.

Dejamos la tele estropeada encendida porque daba una luz con colores muy caprichosos. Nosotros queríamos hacer el amor y lo hicimos. Fue una velada estupenda, eso de un charcutero murciano y una sargento Argentina nos despertó un morbo tremendo.

A la mañana siguiente, la televisión seguía igual y desayunamos mirando embobados la pantalla, pero hemos cambiado de personajes: ahora somos extranjeros, de extrangia propuso Ana y hablamos un idioma incomprensible. Yo les recité el capitulo 68 de Rayuela, aquello de «apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes…» y antes de terminar, Ana me soltó una frase igual de incomprensible que la de Cortázar, pero en ruso: «Traskanof la kalidrovka para Syntorsky», y es que a mí el acento ruso me excita más que el italiano o el francés y como me vio las intenciones, me pidió que dejáramos el juego para la noche, que nos estábamos excitando y tenía cita con el dentista.

Estaba recogiendo la mesa cuando la maldita televisión empezó a emitir un gruñido, como de cañerías rugiendo, y luego un goteo continuo. Desenchufé el aparato, pero el sonido seguía y apareció en la pantalla una imagen nítida de tierra seca, agrietada y el goteo se hizo intenso.

¡Era insoportable!

tierra seca
Foto: Mike Erskine en Unsplash

Agarré el televisor y lo saqué a la calle, no había manera de callar el sonido ni de borrar la imagen, parecía una metáfora futurista. Fui al garaje a por la motosierra e hice añicos el aparato, el ruido parecía salir de mi cabeza y decidí enterrar los pedazos a los pies de un almendro. En ese momento, apareció mi vecino que venía a entregarme un jamón que le encargué para estas fiestas y sin mediar saludo, me soltó un discurso sobre la necesidad de reconquistar las provincias españolas del otro lado del Océano para recuperar el imperio y repetía con vehemencia:

—Necesitamos recuperar el imperio y necesitamos recuperar la razón, antes de que nos devoren los monstruos. ¡Viva el imperio español! —me entregó el jamón como si fuese un estandarte y se fue sin despedirse.

Yo seguí a lo mío, colgué el jamón en una rama del almendro, tapé con tierra el hoyo, lo pisoteé y por fin el goteo paró.

El jamón está buenísimo, Saturno dormita junto al sofá, la gata ronronea junto a la chimenea; la casa ha recuperado su paz habitual.


Blog de Teo Carpena

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es

Nuestro televisor se ha estropeado, empezaron a sonar entrecortados los diálogos y al rato enmudeció. Las imágenes aparecían en color, pero muy confusas, eran manchas en movimiento, y la música, un ruido constante parecido a una sinfonía dodecafónica de Schöenberg, pero desajustada; al rato también quedó silenciada. Han desaparecido de la pantalla los políticos, el mundial de fútbol y ya no hay telediarios, solo un chisporroteo multicolor que nos entretiene y aprovechamos para crear nuestros propios diálogos frente a la tele escacharrada y así pasamos un par de horas muy divertidas ayer con nuestros amigos Concha y Salvador.

Yo hacía de charcutero murciano borracho, no domino los acentos y me sale muy exagerado. Ana imitaba a una sargento argentina cabreada:

—Esta guerra la acababa yo a hostias; de cada bofetón me cargaba a un ruso y a un ucraniano, por parejas.

Concha hace de pija tonta y le contesta:

—Señorita sargento, que los ucranianos no son malos.
—Calla inocente, y no me llames señorita. En las guerras, hasta los furrieles son malos y además me importan un carajo, bofetón a izquierda y bofetón a derecha. En cuatro días no dejo ni un solo soldado, acabando de una puñetera vez con esto.
—Eso eso —contesta Salvador, que hace de chatarrero avaricioso— y toda la chatarra para mí, que me voy a forrar. Los tanques en un montón, los cañones en otro y en un contenedor los fusiles y las metralletas…
—No se llaman cañones, se llaman misiles.
—Hombres ya hablo el artillero —Salvador dice que los artilleros somos unos cobardes.

Yo hice la mili en artillería, pero en esta película hago de charcutero murciano:
—¡Señora, señores y señoritas, tengo choricicos de orza, los jamones más sabrosos y la morcillica más hermosa der mundo; y mortadela de Calasparra, choped de Totana y chicharrones de Mula!
—Reclutas, vayan bajando la voz que son más de las doce. De seguir así os pongo a hacer guardia toda la noche.
—Yo estoy rebajada de servicio que se me rompen las uñas —contestó la pija, y a todos nos dio la risa.

Salvador habló de hacer un viaje espacial para recolectar la chatarra que circula alrededor de la tierra.
Ana está segura de poder acabar con las guerra imponiendo una dictadura floreada.
Concha decía continuamente marcas famosas y se paseaba por la cocina como si fuese una modelo de alta costura y yo ofrecía rabico frito para acabar con el hambre del mundo. Acabamos agotados y felices.

Nos fuimos a la cama muy tarde después de la sesión. Nuestros amigos se despidieron sin salirse de su papel de chatarrero y de pija redicha.

Dejamos la tele estropeada encendida porque daba una luz con colores muy caprichosos. Nosotros queríamos hacer el amor y lo hicimos. Fue una velada estupenda, eso de un charcutero murciano y una sargento Argentina nos despertó un morbo tremendo.

A la mañana siguiente, la televisión seguía igual y desayunamos mirando embobados la pantalla, pero hemos cambiado de personajes: ahora somos extranjeros, de extrangia propuso Ana y hablamos un idioma incomprensible. Yo les recité el capitulo 68 de Rayuela, aquello de «apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes…» y antes de terminar, Ana me soltó una frase igual de incomprensible que la de Cortázar, pero en ruso: «Traskanof la kalidrovka para Syntorsky», y es que a mí el acento ruso me excita más que el italiano o el francés y como me vio las intenciones, me pidió que dejáramos el juego para la noche, que nos estábamos excitando y tenía cita con el dentista.

Estaba recogiendo la mesa cuando la maldita televisión empezó a emitir un gruñido, como de cañerías rugiendo, y luego un goteo continuo. Desenchufé el aparato, pero el sonido seguía y apareció en la pantalla una imagen nítida de tierra seca, agrietada y el goteo se hizo intenso.

¡Era insoportable!

tierra seca
Foto: Mike Erskine en Unsplash

Agarré el televisor y lo saqué a la calle, no había manera de callar el sonido ni de borrar la imagen, parecía una metáfora futurista. Fui al garaje a por la motosierra e hice añicos el aparato, el ruido parecía salir de mi cabeza y decidí enterrar los pedazos a los pies de un almendro. En ese momento, apareció mi vecino que venía a entregarme un jamón que le encargué para estas fiestas y sin mediar saludo, me soltó un discurso sobre la necesidad de reconquistar las provincias españolas del otro lado del Océano para recuperar el imperio y repetía con vehemencia:

—Necesitamos recuperar el imperio y necesitamos recuperar la razón, antes de que nos devoren los monstruos. ¡Viva el imperio español! —me entregó el jamón como si fuese un estandarte y se fue sin despedirse.

Yo seguí a lo mío, colgué el jamón en una rama del almendro, tapé con tierra el hoyo, lo pisoteé y por fin el goteo paró.

El jamón está buenísimo, Saturno dormita junto al sofá, la gata ronronea junto a la chimenea; la casa ha recuperado su paz habitual.


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Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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Teo Carpena
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Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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