Conozco a Pedro Muñoz desde mediados de los años setenta. Éramos vecinos en la calle Quevedo, en aquellas casas de la parte alta del pueblo que siguen en pie, aunque buena parte de ellas ahora permanecen cerradas.
Su familia siempre fue muy conocida. María, su madre, y Leonor, su tía, eran conocidas en el barrio como «las pastoras».
Pedro tenía coche. Un Simca 1000 color burdeos con el que iba a trabajar y, cuando se daba la ocasión, llevaba a su novia. Alguna vez bajé con él a la antigua Escuela de Maestría, ya que por aquel entonces la empresa Muebles Joype, firma donde ha trabajado toda su vida, estaba muy cerca de la escuela antes de trasladarse a la carretera de Villena.
Pasaron los años, y tanto él como yo nos mudamos de barrio. Cada uno siguió su rumbo y, siempre que nos hemos visto, nunca ha faltado el saludo. Incluso, en alguna ocasión coincidimos y vimos algún partido del Real Madrid en la Champions en un Conca abarrotado. De eso hace tan solo unos años, aunque el tiempo pasa demasiado rápido.
La vida seguía su curso y, ahora que hace casi cuatro años su nieto enfermó, afortunadamente, ya está muy recuperado gracias a los tratamientos que han dado buenos resultados. Sin embargo, ahora quien está enfermo desde hace tiempo es él.
El amigo Pedro Muñoz, a quien muchos conocemos como «el moreno», con su cabello encanecido y escaso, continúa luchando cada día, aunque las circunstancias de rehabilitación y recuperación le agotan cada vez más, volviéndose cada vez más dependiente.
El año 2023 trajo consigo un bonito regalo: su hijo Pedro José fue proclamado clavario de la Insignia del Bastón para las Fiestas de la Virgen, asumiendo así una labor intensa por delante. En este 2024, junto a su esposa Blanca, desempeñan la mayordomía del Bastón, y el pequeño Pedro Jr. actúa como paje; ese pequeño hombrecito que ha pasado por una etapa muy difícil en su infancia.
Este es otro de esos pequeños relatos de la vida, tres generaciones: abuelo, padre y nieto, cada uno con su propio carácter y cada uno con mi aprecio.
Quizá, en esta historia que rememora el pasado, miramos al futuro, sabiendo que cada día es una oportunidad para aprovecharla al máximo.
Pedro siempre ha sido una persona muy activa y a la vez reservada. De esas personas prudentes que saben mucho. En este complicado proceso, casi de movimientos imperceptibles, enfrentarse a la vida es su reto diario. Su hija Silvia fue paje en el año 2000, aquel año en que los dispositivos informáticos hicieron temblar al mundo con el efecto 2000 y todos pensamos que el mundo se acabaría.
Desde que conocieron la noticia de la proclamación del clavario, la familia fue consciente de la repercusión que tendría en todos, sin dudar en involucrarse. Es una familia extensa, muy ligada a las Fiestas de la Virgen, que las viven de forma profunda y que, en cierta forma, son un ejemplo de todo lo que las rodea.
En este mar de dudas e inquietudes, cuando llegan enfermedades que nos dejan tantas preguntas, la medicina y la ciencia siempre están en constante evolución, incluso en lo que ya daban por sentado. Parte de esto, de algún modo, libera el miedo y forma parte de la terapia.
Con sus pasos cansados, los propósitos no quedan pendientes porque la familia, con un mimo excepcional, lo celebra todo el año.
Habrá tiempo para mirar al cielo nocturno entre alboradas y fuegos artificiales, que aquí llamamos castillicos, con la magia de la ilusión que todos asociamos a algo bonito y cercano.
Como si de un pacto no hablado se tratara, el poder de la vida desafía incluso a los volcanes. A fuerza de constancia y paciencia, este año Pedro Muñoz, desde la ternura generosa del abuelo, con esa entrega plena a las fiestas y esa fe a la Virgen del Castillo, no podrá ondear la bandera como a él le gustaría, delante del sigilo de la gente congregada y en presencia de su hijo, como hizo en otras ocasiones y, especialmente, cuando fue mayordomo de la Bandera junto a su esposa María Elena.
A veces nuestras capacidades físicas se ven mermadas y no están a la altura de nuestro entusiasmo, pero sabemos que otros se motivan y lo hacen de forma extraordinaria, también por nosotros. Como no podría ser de otra manera, lo importante es tener la capacidad de encontrarse bien cada cual consigo mismo.
Aprovecho para saludar a la Mayordomía de la Bandera 2024: Pedro Javier, Beatriz y Candela.