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🍁 sábado 23 noviembre 2024
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Los zalameros

El bueno de Teodoro se está volviendo adulador y zalamero, debe ser a causa del amor y la influencia de Ana. Y es que el deje cadencioso de la mayoría de las yeclanas cuando quieren convencerte de algo es tan meloso y agradable, que es imposible negarles nada. Además la dulce mirada de Ana deja desarmado a cualquiera.

La edad ha ablandado el talante de mi dueño, ¿o es el que se ha apoderado de él el carácter yeclano?

La condición de zalamero flota en el aire, y hay personas que no soportándose se sonríen con amabilidad al cruzarse por la calle, se saludan efusivamente e incluso se paran para preguntarse por la familia. Sobre todo si se encuentran fuera de Yecla.

Solo espero que lo de Teo sea transitorio y cuando se apacigüe la pasión amorosa y la cotidianidad pueble nuestro hogar, mi querido amigo vuelva a sus andadas y mande a la mierda a los simpaticones de sonrisas pueriles, porque mira que queda ridículo un adulto con canas comportándose como un niño mimado que quiere agradar a todo el mundo.

Cada vez que reflexiono sobre estas cosas, la gata de Ana parece leerme el pensamiento y me gruñe, porque ella es mimosa y una felina autóctona de las de ocho generaciones y no entiende que un perro francés Beauceron tiene el carácter que tiene.

A Teodoro ahora todo le viene bien, incluso le ha dado por pensar que este es el mejor sitio posible para vivir; parece un optimista ciego y cuando habla de mí lo hace con tanto elogio que desconfío, porque por aquí cuando van a hablar de alguien mal, primero lo adulan, ensalzan sus virtudes, destacan los parentescos e incluso hablan de su infancia en común para luego darle un leñazo; pero eso sí, con sonrisa maliciosa incluida y añadiendo lo de “pero es muy buena persona”.

Cómo les gusta quitar el pellejo ajeno y desvelar secretos a muchos yeclanos. Mi condición de perro, mi gran olfato y mi agudeza de oído, me permite escuchar con facilidad los cotilleos, pero tanto chismorreo de fondo me levanta dolor de cabeza. Prefiero el sonido de las hormigoneras.

A mi dueño  le ha dado por contar en público lo inteligente que soy. Pues claro, eso es una evidencia, es como decir que en invierno hace frío y en verano calor. Ahora bien, viendo algunos mensajes en redes sociales, puedo afirmar que estoy por encima de la media de muchos humanos, sin necesidad de nombrar a nadie. No soy un bocón insolente.

Últimamente veo a Teo saludando a mucha gente. El otro día, un paisano desconocido lo llamo amigo y Teo no dio un respingo como otras veces. Porque esa es otra cosa rara por estos lares, se cataloga de amigo a cualquiera; y digo yo, que no es posible tener tantos amigos en tan poco terreno.

Ana y su gata son amables en exceso y a mí eso me pone muy nervioso. Aun así ella no es el problema, es él quien se está volviendo transigente y de carácter sosegado. Claro, sus amigos lo llaman equidistante y se pone a la defensiva. ¡Pero se lo llaman con razón!

A mí me gusta cuando es bravo y mira con la cabeza ladeada como los tigres. Sin embargo, en los últimos tiempos despliega una sospechosa amabilidad que me da frío, porque todo en exceso es perjudicial y la simpatía permanente no puede ser buena para nada.

Antes hablaba de España con orgullo y defendía la lucha del pueblo español contra los gabachos; a mí me jodía porque uno es de donde es y yo soy más francés que Napoleón y la Marianne juntos, pero prefiero frente a mí a contrincantes de razonamientos inteligentes y claros.

A Teodoro le escucho ahora hablar de los afrancesados y de los protestantes con cierto regusto o agrado; defendiendo la objetividad de la historia, y a mí se me ponen de punta todos los pelos del cuerpo. Yo quería a mi dueño Español, Católico y Rebelde, así, con mayúsculas.

Menos mal que está Salvador que es un hombre íntegro y ecuánime que no pierde la cabeza por cosas fútiles, pero a este le ha dado por hablarme de animales australianos y como ve documentales de ciencia y naturaleza, me pone al día sobre el cuidado del medio ambiente, el calentamiento global o sobre la defensa del Arabí. Con esto último se pone insistente, pero mucho hablar del monte Arabí y aún no lo conozco. También es verdad que no tengo mucho interés en conocer un monte por muy mítico que sea, soy más de alta montaña y de frondosas laderas; pero si tengo que elegir, prefiero las ciudades y cuanto más grandes mejor. Al pasear, me gusta cruzarme con gente desconocida que ni siquiera se miran, así somos los parisien.

Con la única persona que soy capaz de soportar el campo es con Teodoro, porque se que a él le pasa algo parecido. Es verdad que es agradable el olor a romero, ver crecer los sembrados y seguir el rastro de un conejo, pero solo un ratito; sin embargo, callejeando por París durante horas, oliendo las meadas de las perras francesitas y no cruzarte en todo el día con nadie conocido, es lo que más me gusta.

Nuestro amigo Salvador me suelta a veces una retahíla sobre la defensa de la cabra yeclana como animal de compañía; dice que es una especie en peligro de extinción. No protesto, pero esas cabras a mí me traen sin cuidado, cualquier bicho con cuernos me provoca intranquilidad.

Mi alma canina intuye que el mundo de los humanos está perdido.

Me parece que esta especie está perdiendo la cabeza y dan un trato a sus animales de compañía que roza la ñoñería, sobre todo esas señoras que hablan a sus perritos como si fuesen bebés, les ponen lacitos y jerséis, los suben a cochecitos para que no se cansen o lo llevan en el bolso como si fuesen peluches. Se equivocan, ¡que somos perros coño, un respeto!

Y vosotros diréis que como es posible que diga esto si a mí me han dado un trato especial, porque me dan conversación y escucho sinfonías. Por favor no comparen… Yo soy de la misma estirpe que Argos, el perro de Ulises, que Milú, el perro de Tintín y que los perros Cipión y Berganza de Cervantes, perros literarios, diestros y cultos.


Blog de Teo Carpena

Teo Carpena
Teo Carpena
Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es

El bueno de Teodoro se está volviendo adulador y zalamero, debe ser a causa del amor y la influencia de Ana. Y es que el deje cadencioso de la mayoría de las yeclanas cuando quieren convencerte de algo es tan meloso y agradable, que es imposible negarles nada. Además la dulce mirada de Ana deja desarmado a cualquiera.

La edad ha ablandado el talante de mi dueño, ¿o es el que se ha apoderado de él el carácter yeclano?

La condición de zalamero flota en el aire, y hay personas que no soportándose se sonríen con amabilidad al cruzarse por la calle, se saludan efusivamente e incluso se paran para preguntarse por la familia. Sobre todo si se encuentran fuera de Yecla.

Solo espero que lo de Teo sea transitorio y cuando se apacigüe la pasión amorosa y la cotidianidad pueble nuestro hogar, mi querido amigo vuelva a sus andadas y mande a la mierda a los simpaticones de sonrisas pueriles, porque mira que queda ridículo un adulto con canas comportándose como un niño mimado que quiere agradar a todo el mundo.

Cada vez que reflexiono sobre estas cosas, la gata de Ana parece leerme el pensamiento y me gruñe, porque ella es mimosa y una felina autóctona de las de ocho generaciones y no entiende que un perro francés Beauceron tiene el carácter que tiene.

A Teodoro ahora todo le viene bien, incluso le ha dado por pensar que este es el mejor sitio posible para vivir; parece un optimista ciego y cuando habla de mí lo hace con tanto elogio que desconfío, porque por aquí cuando van a hablar de alguien mal, primero lo adulan, ensalzan sus virtudes, destacan los parentescos e incluso hablan de su infancia en común para luego darle un leñazo; pero eso sí, con sonrisa maliciosa incluida y añadiendo lo de “pero es muy buena persona”.

Cómo les gusta quitar el pellejo ajeno y desvelar secretos a muchos yeclanos. Mi condición de perro, mi gran olfato y mi agudeza de oído, me permite escuchar con facilidad los cotilleos, pero tanto chismorreo de fondo me levanta dolor de cabeza. Prefiero el sonido de las hormigoneras.

A mi dueño  le ha dado por contar en público lo inteligente que soy. Pues claro, eso es una evidencia, es como decir que en invierno hace frío y en verano calor. Ahora bien, viendo algunos mensajes en redes sociales, puedo afirmar que estoy por encima de la media de muchos humanos, sin necesidad de nombrar a nadie. No soy un bocón insolente.

Últimamente veo a Teo saludando a mucha gente. El otro día, un paisano desconocido lo llamo amigo y Teo no dio un respingo como otras veces. Porque esa es otra cosa rara por estos lares, se cataloga de amigo a cualquiera; y digo yo, que no es posible tener tantos amigos en tan poco terreno.

Ana y su gata son amables en exceso y a mí eso me pone muy nervioso. Aun así ella no es el problema, es él quien se está volviendo transigente y de carácter sosegado. Claro, sus amigos lo llaman equidistante y se pone a la defensiva. ¡Pero se lo llaman con razón!

A mí me gusta cuando es bravo y mira con la cabeza ladeada como los tigres. Sin embargo, en los últimos tiempos despliega una sospechosa amabilidad que me da frío, porque todo en exceso es perjudicial y la simpatía permanente no puede ser buena para nada.

Antes hablaba de España con orgullo y defendía la lucha del pueblo español contra los gabachos; a mí me jodía porque uno es de donde es y yo soy más francés que Napoleón y la Marianne juntos, pero prefiero frente a mí a contrincantes de razonamientos inteligentes y claros.

A Teodoro le escucho ahora hablar de los afrancesados y de los protestantes con cierto regusto o agrado; defendiendo la objetividad de la historia, y a mí se me ponen de punta todos los pelos del cuerpo. Yo quería a mi dueño Español, Católico y Rebelde, así, con mayúsculas.

Menos mal que está Salvador que es un hombre íntegro y ecuánime que no pierde la cabeza por cosas fútiles, pero a este le ha dado por hablarme de animales australianos y como ve documentales de ciencia y naturaleza, me pone al día sobre el cuidado del medio ambiente, el calentamiento global o sobre la defensa del Arabí. Con esto último se pone insistente, pero mucho hablar del monte Arabí y aún no lo conozco. También es verdad que no tengo mucho interés en conocer un monte por muy mítico que sea, soy más de alta montaña y de frondosas laderas; pero si tengo que elegir, prefiero las ciudades y cuanto más grandes mejor. Al pasear, me gusta cruzarme con gente desconocida que ni siquiera se miran, así somos los parisien.

Con la única persona que soy capaz de soportar el campo es con Teodoro, porque se que a él le pasa algo parecido. Es verdad que es agradable el olor a romero, ver crecer los sembrados y seguir el rastro de un conejo, pero solo un ratito; sin embargo, callejeando por París durante horas, oliendo las meadas de las perras francesitas y no cruzarte en todo el día con nadie conocido, es lo que más me gusta.

Nuestro amigo Salvador me suelta a veces una retahíla sobre la defensa de la cabra yeclana como animal de compañía; dice que es una especie en peligro de extinción. No protesto, pero esas cabras a mí me traen sin cuidado, cualquier bicho con cuernos me provoca intranquilidad.

Mi alma canina intuye que el mundo de los humanos está perdido.

Me parece que esta especie está perdiendo la cabeza y dan un trato a sus animales de compañía que roza la ñoñería, sobre todo esas señoras que hablan a sus perritos como si fuesen bebés, les ponen lacitos y jerséis, los suben a cochecitos para que no se cansen o lo llevan en el bolso como si fuesen peluches. Se equivocan, ¡que somos perros coño, un respeto!

Y vosotros diréis que como es posible que diga esto si a mí me han dado un trato especial, porque me dan conversación y escucho sinfonías. Por favor no comparen… Yo soy de la misma estirpe que Argos, el perro de Ulises, que Milú, el perro de Tintín y que los perros Cipión y Berganza de Cervantes, perros literarios, diestros y cultos.


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Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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1 COMENTARIO

  1. Hoy pensé que Teo iba a decir algo sobre el 1º de Mayo de los años 60 en esta Ciudad. Actos como los que conocemos hoy de manifestaciones y todo eso no había, una «demostración» en el Santiago Bernabéu que preparaba la dictadura como sucedáneo del verdadero sentido de ese día simbólico de la clase trabajadora salida de la revolución industrial y sus excesos con esta clase.
    El personal salía el uno de mayo a los campos con las toñas, un balón y un saco para coger caracoles del monte. Sobre esto último desistí de salir al monte para este menester ya que mientras otros llevaban dos docenas yo al penas unos cuántos.
    Recuerdo las agujetas del día siguiente 2 de mayo, guerra de la independencia española, que no podía ni agacharme a coger un tornillo caso de caerse. Evidentemente por corretear por el monte sin estar acostumbrado y los varios partidos de fútbol en la era o lugar similar.
    Lo mejor el rollo de san Marcos, creo que era esto, con el huevo y el cachondeo que esto suponía en romper el huevo al que estaba al lado.
    También era el día de algún accidente, de torceduras y de algún despistado/a que se perdía por el monte o lisa y llanamente por el campo.

    Sobre los gatos, perros y todo eso, siempre he mantenido la opinión que si alguien es capaz de querer tanto a un animal, cuanto no querrá a las personas.
    Sin más, solo aprovechar para animar a que desaparezca el «espectáculo» de botellas en las esquinas y los manchones negros por el pipí de los perros.

Teo Carpena
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Historias y leyendas de un hombre y su perro, que busca en los recuerdos su identidad. Teo Carpena emigró con su familia a Francia, después de la jubilación vuelve a Yecla y junto a varios amigos recompone su historia. Contacta conmigo en teocarpena@yahoo.es
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